¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Con la entrada de Rafael Sánchez Saus en la Academia Sevillana de Buenas Letras, la añeja institución de la Casa de los Pinelo se llenará de los aromas agrestes de esa antigua frontera que, durante 250 años, separó a la Andalucía cristiana de la Nazarí. Hablamos de la Banda Morisca, una de las zonas naturales y antropológicas con más personalidad de la Península Ibérica, una "cicatriz", como la llama el propio Rafael, que todavía pervive en estos tiempos globalizados. No pocos fines de semana de su juventud dedicó este medievalista sevillano a recorrer pueblos como Benamahoma, Grazalema, Prado del Rey o Benaocaz, en cuyo paisanaje aún se detecta la huella genética de aquellos personajes de la frontera (hombres de caballería, almogávares, almocadenes, alfaqueques…) cuyas apasionantes vidas y peripecias son hoy completamente desconocidas para el común de los españoles. En ningún otro sitio podría haber levantado Sánchez Saus su casa de recreo, mitad convento mitad locus amoenus, a donde se retira cada vez que la circunstancias le son propicias.
Pero el autor de Al-Andalus y la Cruz no sólo aportará brisa de sierra gaditana a Buenas Letras. También los vientos marinos de ese espacio que Pierre Chaunu llamó el Mediterráneo-atlántico y que él tanto ha estudiado. Un apasionante y duro mundo bajomedieval de comercio y conquista compuesto por las costas andaluzas y africana, Canarias, las Azores y Cabo Verde. Los trabajos al respecto de Sánchez Saus nos ayudan a comprender algo importante: Sevilla no fue puerto y puerta de las Indias por un capricho real o por la mera geografía, sino por una larga trayectoria portuaria que se remontaba al siglo XIV y que, junto a Cádiz (su otra ciudad del alma), la convirtió en la parada marítima favorita de los genoveses en sus tratos con el norte de Europa.
Muchos más conocimientos aportará Sánchez Saus a la Academia (élites medievales, genealogía...), pero sobre todo la bonhomía de un intelectual de unas creencias religiosas y políticas muy acendradas que siempre está dispuesto a entrar en los debates más duros, pero con una exquisita educación y respeto, los mismos que no demuestran algunos de sus oponentes que se refugian en el cobarde anonimato de internet. Parece claro que su insistente militancia antiabortista o sus trabajos desmontando la inocente idea (¿o no tan inocente?) de que Al-Andalus era un paraíso multicultural, no le podía grajear a Rafael Sánchez Saus demasiados amigos en un panorama intelectual tan previsible y acomodaticio como el andaluz.
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