Antonio Muñoz

Un año perdido

El ex alcalde socialista reflexiona sobre el primer año de gobierno de José Luis Sanz cuando se cumplen justo 12 meses desde la toma de posesión del primer edil del PP el 17 de junio de 2023

Vista panorámica de la Plaza de España.
Vista panorámica de la Plaza de España. / Juan Carlos Vázquez

17 de junio 2024 - 04:06

Tras mi paso por la Facultad de Económicas, mi vida laboral y política me ha ido enseñando, cada vez con más contundencia, que más allá de las empresas, las ciudades competimos unas con otras. Se compite por atraer talento, inversiones y grandes eventos; por convertirse en sede de instituciones de prestigio, por captar congresos internacionales. Y todo ello, no sólo es compatible con la necesaria prestación de los servicios públicos, sino que el éxito de esa competencia contribuye a que todos esos servicios sean de mayor calidad, que se beneficie la ciudadanía.

Dicho esto, ¿cuál debe ser el papel de Sevilla en el contexto europeo? ¿Debe quedar relegada a ser un santuario de nuestro estilo de vida para que sea conocido y disfrutado por quienes nos visitan?

¿No deberíamos hacer también un intenso esfuerzo de posicionamiento –de la mano del sector privado– para que nuestra ciudad se mostrara también como un destino atractivo para la industria ambiental, aeroespacial, de consultoría estratégica, para sectores vinculados a la innovación o para la formación de excelencia? ¿No sería una forma óptima de cultivar y atraer talento joven, que es en definitiva invertir en nuestro propio futuro como sociedad?

¿Estamos realmente comprometidos con la ciencia y la innovación que condicionan a la Sevilla de las próximas décadas?

Pues bien, estos retos y desafíos que deberían estar en la agenda de la ciudad, junto con otros relativos a la necesaria reducción drástica de las desigualdades, no se vislumbran en las intenciones del actual alcalde.

Siempre que tengo ocasión abundo en la idea de que Sevilla necesita tener luces cortas para afrontar la necesaria mejora de los servicios públicos que afectan a la vida diaria de los ciudadanos, y que indudablemente son cuestiones muy sensibles. Pero igualmente importante es la visión estratégica, que siguiendo con la metáfora serían las luces largas para asegurar la relevancia de la ciudad en el contexto de competencia al que me he referido desde las primeras líneas de este artículo.

¿Y qué ocurre cuando no se tienen activadas ni las luces largas ni las cortas? Pues que la ciudad va a ciegas. José Luis Sanz ha obtenido el suspenso más evidente y clamoroso a su gestión durante este primer año de mandato, que ha sido un año perdido para la ciudad. No se han producido las mejoras que prometió en esos servicios básicos, empezando por la limpieza. Es más que evidente que Sevilla está más sucia.

Mucho me temo que serán cuatro años perdidos, en los que la gestión municipal será recordada por poco más que por colocar algunas farolas fernandinas, proyectar mappings y pintar cuatro puertas.

Pero el suspenso se eleva a la máxima potencia y es doblemente elocuente cuando se alza la mirada para interpretar “hacia dónde vamos”, porque no se han encendido las luces largas. La ausencia de liderazgo, el anteponer los intereses partidistas a los de Sevilla y la inexistencia de un modelo de ciudad son el caldo de cultivo propicio para que las rectificaciones, las improvisaciones, los bandazos o las ocurrencias frívolas hayan asumido el protagonismo durante este año de mandato.

El balance no puede ser más pobre: la sonrojante propuesta de cerrar la Plaza de España; la innecesaria consulta sobre la Feria; el intento fallido de gobierno con VOX, de aprobar los presupuestos por la puerta de atrás o de contratar a un segundo secretario a dedo para hacerle informes jurídicos ad hoc que le permitieran gobernar como le venga en gana, por no hablar del abandono de los barrios y los colegios… conforman un triste y vergonzoso resumen de la acción de gobierno del Partido Popular.

Tras un año de gobierno de Sanz, existe una inestabilidad política desconocida en nuestro Ayuntamiento desde hace muchísimos años, provocada por su evidente incapacidad para negociar, y la sensación generalizada de que no sabe gestionar una gran ciudad como Sevilla. Y eso no ayuda ni a atraer más inversiones ni a fortalecer y diversificar el tejido productivo local.

En un entorno convulso pero tremendamente competitivo, tanto las empresas como los territorios no pueden permitirse perder el tiempo. La sensación generalizada es que la ciudad pierde el impulso hacia su propio futuro que había alcanzado últimamente de apuesta por la innovación, por el talento, por el prestigio, por la marca Sevilla, aquilatada durante siglos y más viva que nunca.

No existe la proactividad; no hay acompañamiento a promotores ni inversores, y eso se traduce en menos eventos, menos congresos, menos proyectos empresariales e industriales y menos interés por nuestra ciudad, que está perdiendo liderazgo. Y aun así, hay algo mucho peor, que es no saber hacia dónde vamos.

stats