La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
A días de la Nochevieja, el tiempo sigue dejando su hálito por entre los vivos y los muertos. Murió hace ya una semana el costumbrista Antonio Burgos, entre otras cosas para recordarnos a algunos que un día ahora trémulo pero remoto leímos aquel inolvidable recuadro sobre la lluvia en la calle Francos. Se muere más el vivo que el muerto cuando todo se recuerda a plomo.
La cuenta atrás del año nos pone más sensibles, incluso a quienes aparentamos que las fechas nos resbalan. El sábado pasado, en la Sala X, el concierto de Ángel Stanich nos hizo cantar Rey Idiota con ese humor de saber que ya no somos carne de añojo. Uno se ríe con esta parodia sobre la tele analógica y la caja tonta que fuimos (veo por YouTube el divertido videoclip donde aparecen Eva Nasarre, el humorista Eugenio, Milans del Bosch, la estética aquella de Lazarov). Stanich tiene pinta de macabeo judío a lo Monty Phyton y de modernito por libre y por liebre. Ha puesto fin ahora a la gira de su disco Polvo de Battiato, título por el que figura en la no muy santa cofradía de los nuestros.
Habrá que recoger ahora del tendedero otro año más. El tiempo pasa entre colada y colada y ayuda a descifrar el misterio interior de los edificios. Es lo que uno percibe en La mujer de enfrente, último libro de Carmen Camacho, poeta y escritora “atada a la columna” en Diario de Sevilla (así lo diría Antonio Burgos). La ropa en el tendedero de un piso trianero le sirve de hilo para sugerir cierta idea de lo femenino salvaje (Perséfone, diosa del inframundo, nos enseña su bata de guata amarilla). Un traje de gitana puesto a secar evoca la vieja niña de la baja Edad Media descubierta hace poco bajo la capilla de la iglesia gótica del Real Alcázar. Un muñeco de peluche, igual al del suavizante Mimosín, parece hablar a través de un ventrílocuo llamado Pier Paolo (Pasolini). Bragas, sábanas y bajeras, un antifaz de nazareno, unos vaqueros, pijamas, gayumbos, camisas, mascarillas de cuando la pandemia, alfombrillas, una bufanda del Sevilla FC, calcetines… El tiempo, ajuar y colada, se refleja en las ilustraciones de Pepe Benavent que acompañan a los textos.
La autora también sugiere la idea del nacer de nuevo de entre heridas y óbitos. “Volver a nacer comienza a resultarme una extraña costumbre”, se lee en Eterno Retorno (Stanich y el propio Battiato hablarían de reencarnación). El poema Gloria se ilustra con el típico paño de Navidad de color rojo con el Niño Jesús. También está puesto a secar en el tendedero secreto. Igual que cada uno de nosotros, todo está cogido con pinzas en este patio interior de Triana.
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