
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El español que más ha tratado a Francisco
Aunque fue la izquierda la que advirtió durante décadas de los males de la globalización, ha sido el nacionalpopulismo el que ha rentabilizado el malestar político que levanta la internacionalización de la economía, y eso es lo que comparten Donald Trump y Santiago Abascal, un proteccionismo xenófobo del que fueron pioneros los agricultores franceses, los que nos tiraban los tomates en la frontera de La Junquera. Aquellos galos que lideraba José Bové con sus bigotes de Astérix despreciaban a los productos españoles hasta verlos aplastados sobre el asfalto, lo que nos recuerda que la globalización no tiene el monopolio de dejar a la gente tirada, peores son los aranceles.
Richard Cobden fue un industrial inglés, radical y liberal, que proclamó por el mundo las virtudes de la apertura de los países al exterior. En una visita a Madrid en 1838 dijo lo siguiente: “El hombre que dé a España el librecambio habrá hecho más beneficios a su patria que Colón enseñando el camino a América”. Dicho esto viajó a lo que entonces eran los baluartes comerciales de España: Cádiz, Sevilla y Málaga. Y sólo después fue a Barcelona.
Pero la tierra de los grandes vinateros de Jerez y los industriales malagueños del siglo XIX, la de esas sagas familiares donde se mezclaban apellidos locales con ingleses y franceses, perdió una batalla económica que a la postre supondría un retroceso bíblico, Andalucía pasó de ser la región con el mayor PIB per cápita en 1860, un 30% por encima de la media, a estar entre las últimas. El cierre arancelario que el país acometió después de la Guerra de Cuba terminaría en el enriquecimiento del textil catalán, de la siderurgia vasca y del cereal andaluz y castellano, aunque a diferencia de los dos primeros, estos últimos no repercutieron en el conjunto social. La inmigración masiva fue la cruda respuesta a nuestro empobrecimiento.
La fiebre arancelaria de España alcanzaría su clímax más oscuro durante la autarquía del primer franquismo, cuando el régimen cerró fronteras para proteger a la industria y el campo con el perverso resultado de que casi mata a los españoles de hambre, pues esa política fue la causa de las grandes hambrunas de los años cuarenta y no los efectos de la Guerra Civil. Trump se cree capaz de hacer retroceder medio siglo a Estados Unidos para que las fábricas del Cinturón del óxido vuelvan a humear, como si fuese posible volver a meter la pasta en el tubo del dentífrico, pero la falsa melancolía que lleva por lema Hacer grande a América otra vez sólo llevará más inflación y desempleo a sus votantes.
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