Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Tomarse una copa de jerez no es lo más trascendente que puede usted hacer hoy, pero casi. Yo se lo recomiendo; y eso que ayer ya me tomé mi parte y la de hoy y tal vez la de mañana. En el Marco, tan exportador a Inglaterra, se dice de quien bebió lo suyo: “Lo de ése no se lo han bebido los ingleses”. El anfitrión de ayer pensaba que había acopiado vino para llegar a Navidad. No llegaría –le advertí– con mi parte. En cualquier caso, si a usted mi recomendación le deja frío, recuerde que el filósofo sir Roger Scruton escribió un ensayo titulado Bebo, luego existo. Ahí explica la trascendencia del copeo. El vino implica una serie de transformaciones: de la tierra, el sol, los vientos de levante y de poniente y el agua de lluvia a la uva, de la uva al mosto, del mosto al vino, del vino al hombre, y del hombre y la señora a unos seres superiores, más felices y más seguros de la existencia de la amistad, del amor y del alma.
Estos días son de mucha melancolía porque se van los veraneantes. Antes de que nos dejen, conviene refrescarles el secreto. Si se beben una copa de jerez en su ciudad de residencia, estarán mucho más en el Puerto que uno que se tome aquí una coca-cola, el pobre. Dio en la diana la marca que encontró el lema de Sol de Andalucía embotellado, aunque se quedó corta. Lo embotellado es el sol, sí, y todo lo demás.
Incluyendo las raíces de las viñas, hincándose hondísimas en las tierras albarizas. Eso, el terroir, con respecto al espacio. A la vez está embotellado, como un genio de la lámpara, el tiempo. Ahora que corremos de urgencia en emergencia, dar un buchito de jerez es beber el know how de Columela, y un eco de los fenicios, además de los años de envejecimiento del vino, que se multiplican por el sistema de soleras y criaderas.
Tengo pruebas. Lo de las viñas y el sol se demuestra en el ánimo luminoso que te deja(n) una(s) copa(s) de jerez. Mi amigo Iván Lora nos lo comentaba ayer la mar de sonriente, claro. Lo del tiempo lo demuestra el hecho de que una amistad nueva se añeja inmediatamente si se bebe jerez juntos. Hay una ósmosis cronológica.
Tengo una prueba más dura. Decía Miguel d’Ors que ser poeta implicaba “partir el pan/ y ver los segadores”. También caben en cada copa de jerez las vendimias y los duros trabajos de la tierra y la bodega. Hoy estoy consecuentemente molido. Es justo, porque no hay trascendencia sin un poco de sacrificio personal.
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