Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/Nuestra última conversación fue sobre la Semana Santa. Me preguntó en qué lugar iba el paso presidido por la Virgen de Villaviciosa en la procesión del Santo Entierro Grande. "El último de todos, Javier, como siempre. Y detrás del Duelo, también como siempre, la Soledad...". Y ya solo tuvo palabras para advertirme que no nos escribiríamos más porque las manos no se lo permitirían. Dios sabrá las razones por las que somete a un ser humano a duras adversidades. Tengo claro que Javier Mérida no perdió nunca el interés por cuanto ocurría en la ciudad, el sentido del humor, las ganas de vivir, la energía para enfadarse ni el ánimo de exigir cuando tenía la capacidad de hacerlo. Ha soportado durante ocho años el peso de la cruz de una durísima enfermedad. Y en ese tiempo nos contó muchas cosas. Hoy me quedo con el pesar que le produjo haber redactado hace años una información sobre la caída del coche de Rinat Dassaev al foso de la Universidad. Aquello enojó mucho al futbolista. Mérida venía de cuidar a los hijos del guardameta porque tenían una relación de amistad, vecindad y afecto. Perdió las relaciones con el portero ruso del Sevilla durante unos años. "Hoy no firmaría aquella información porque éramos amigos y primero va la amistad", me confesó el año pasado.
Bético fervoroso, hijo de sevillista, pariente de trabajadores del club y tío de futbolista de las categorías juveniles de la entidad de Nervión. Jamás ocultó sus buenas y fluidas relaciones con el Sevilla, que le honró con el premio Blázquez junto a su amigo y compañero Juan Antonio Solís, periodista de esta casa desde su fundación en 1999. Y nadie, absolutamente nadie, podía ni puede dudar de su beticismo. Recuerdo el final del discurso que leyó su hijo el día de aquel premio concedido por la entidad entonces presidida por José Castro: "Gracias, Sevilla, por todo lo que me has dado y por honrar esta bendita profesión. Este homenaje a un bético es, además, una muestra más de señorío, grandeza y sevillanía. Gracias".
Al final recuperó las relaciones con el ruso, al que llegó a pagar alguna cerveza en tiempos de desencuentro porque así le correspondía por turno y los dos formaban parte de la misma tertulia. Al final, ay Javier, solo hablabas de tu hijo periodista... y de la Macarena. "He visto la Virgen con más elegante que nunca, con el manto guapo y el resto... espectacular". Descanse en paz un periodista de Deportes, la sección por la que tantos despertamos al oficio más hermoso, donde se viven los cierres tardíos como en ninguna otra, donde se aprende a calibrar la profesión y la pasión, y en la que tantos como Mérida se afanan en cuidar el uso del lenguaje. Cuánto disfrutaba Javier con su Betis y con una discusión semántica, gramatical o sintáctica. Descanse en paz el periodista que se murió al comienzo de la Eurocopa. En diciembre saldrá la Macarena y nos acordaremos de ti. Irá con el manto guapo. Te lo prometo. En su rostro están tus oraciones.
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