Álvaro Román, el boticario valiente en Sevilla

La Aldaba

El farmacéutico Álvaro Román reduce al ladrón en plena vía pública.
El farmacéutico Álvaro Román reduce al ladrón en plena vía pública. / M. G.

27 de junio 2024 - 04:00

Rinconete y Cortadillo siguen entre nosotros. Será que evolucionamos con una lentitud que es marca de la casa. La Muy Lenta Ciudad de Sevilla. Somos el calor, la luz, la bulla, la indolencia y el culto a estar en la calle como somos pícaros por naturaleza. Los pícaros de hoy cometen hurtos que en ocasiones parece inverosímiles. Una vez trabajé en una empresa en la que un tipo mangaba el jabón líquido de los aseos. Ante la imposibilidad de arrancar el dispensador, se traía un recipiente de casa al que iba traspasando el contenido a base de darle al pulsador repetidas veces. Un día lo sorprendí y no me quedó otra que romper el hielo:“Ahí, ahí, poquito a poco”. El hombre, al menos, se quedó un poco cortado. No era un desahogado vocacional. Otro día, al paso de una cofradía por la calle Santiago, birlaron la aldaba de la puerta principal de la casa palacio que hoy es un hotel. Y en la Calle Oriente, también en Semana Santa, presencié el robo del bombo que el incauto músico apoyó en el suelo harto ya tras horas de procesión. Aquella vez sentí lástima por los gritos casi de desgarro:“¡El bombo, el bombo, que se lo lleva!”. Por supuesto son muy comunes los hurtos de copas de los bares, sobre todo cuando se trata de vidrio estilizado. En cierto casino de la provincia mangaron no hace mucho la escobilla del urinario. Y ustedes ven a diario las pastillas de caldo con el sistema antirrobo o directamente en las vitrinas con llave de los superpermercados. No se trata de los destilados de doce o más años o de la selecta latería de melva bañada en aceite de oliva Virgen Extra , que también, sino... ¡el avecrem!

En la Sevilla de ayer, que es la que siempre debe aparecer en los periódicos de papel, presenciamos a un farmacéutico hasta las narices de hurtos. Álvaro Román Molina, bendita la rama que al tronco sale de su padre y de su madre, no pudo aguantarse y redujo al tipo que entró en su casa (porque la farmacia lo es) a llevarse doce tubos de pasta de dientes. Lleva sufridos seis robos en ese observatorio de la ciudad que es la Farmacia de la Puerta Carmona, donde las cámaras sirven lo mismo para ayudar en la investigación de las causas de un accidente de tráfico que para dejar constancia de un robo. Es una farmacia de especial utilidad pública. Álvaro redujo al Rinconete en plena acera de Menéndez Pelayo hasta que llegó la Policía. Otra vez... Y van ya unas cuantas. Como Álvaro hay cientos de comerciantes sevillanos honrados que hacen la ciudad cada día y que no están dispuestos a considerar normal que les roben delante de sus narices . Prefieren dejar a Rinconete y Cortadillo en las páginas de la novela. 

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