Alma y encanto de la ciudad

25 de octubre 2024 - 03:07

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, propuse a una institución que tenía que ver con estas cosas la creación de un museo del comercio sevillano que recogiera cuanto se iba perdiendo conforme cerraban, uno tras otro, los comercios históricos: rótulos, papeles para envolver y bolsas con los diseños de cada establecimiento, cajas registradoras, mobiliario, libros contables, correspondencia, elementos móviles de publicidad, anuncios en prensa, fotografías, azulejos, pinturas, butacas de cines diseñadas en algunos casos por reconocidos arquitectos… Tuve tanto éxito como ustedes pueden imaginar en esta ciudad que tanto ha despreciado y desprecia el patrimonio de la vida cotidiana. Y todo fue desapareciendo y sigue haciéndolo.

Quienes tienen más iniciativa y capacidad organizativa que un servidor crearon en 2020 la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico “para salvaguardar y proteger la gráfica comercial de nuestras calles que han definido nuestras ciudades y nuestras vidas como Patrimonio Gráfico gravemente amenazado por las dinámicas de turistificación, gentrificación y el aplanamiento de la imagen de nuestras ciudades”. Bienvenidos sean y salven o documenten lo que puedan.

También en Sevilla hay quienes se preocupan por este patrimonio. Los compañeros Cristina Cueto y Juan Carlos Muñoz informaban de la exposición No hay futuro cuando se pierde el encanto, que hasta el próximo 3 de noviembre se puede visitar en el espacio LAB (calle Peral, 57), en la que se exponen, por iniciativa de la arquitecta Fabiola Muñoz y el diseñador gráfico Ricardo Barquín, elementos del patrimonio gráfico comercial sevillano. “El proyecto –explicaba Barquín a mis compañeros– nace de observar rótulos que me parecían atractivos o que me recordaban mi infancia, pero que de repente empiezan a desaparecer”. Tiene razón. Los comercios, con sus decoraciones interiores y exteriores, rótulos o publicidad son el diario en el que se escriben los días de la ciudad y de los ciudadanos, el alma cotidiana de sus calles, la definición amable de su fisonomía que une generaciones permitiendo que los ciudadanos se reconozcan a sí mismos en su propia ciudad, uniendo memoria personal y memoria urbana. Su desaparición, junto a otros desafueros patrimoniales, hace cierto el verso de Juan Sierra: “Estos paisajes son de cuando yo ya hubiese muerto”. Ojalá alguna institución asuma esta tarea.

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