Tomás García

El algarrobo de los Montpensier

28 de septiembre 2024 - 03:08

El algarrobo (Ceratonia siliqua) es un árbol oriundo de la cuenca mediterránea oriental que fue introducido en la Península Ibérica por la cultura islámica. El nombre vulgar procede del persa jar lup, que significa “quijada de burro” en honor a su fruto, y de éste la voz andalusí al-jarruba y el castellanizado algarrobo. Considerado sagrado en antiguas civilizaciones, llegaría a ser un frutal muy frecuente en los jardines de Ishbiliya junto al peral, el almendro, el manzano, el ciruelo, el naranjo amargo o el granado. Sus características legumbres, de pulpa dulce y nutritiva, sirvieron como alimento a las tribus hebreas y a sus animales durante la travesía del desierto, y tanto ellos como los cristianos los estimaban como árboles sabios con memoria histórica. Esta hermosa leguminosa de hojas algo coriáceas aparece en el Nuevo Testamento: el Evangelio de Lucas (15, 1-3) lo recoge como sustento del ganado, incluso para la ceba del cerdo; el Evangelio de Mateo (3, 4) indica que Juan el Bautista sobrevivió en el desierto comiendo miel y algarrobas. Escaso en el entorno urbano de Sevilla, se halla en los campus universitarios de Reina Mercedes y de Ramón y Cajal, parques del Alamillo y del Tamarguillo, jardines del Alcázar y de Nuestra Señora de la Oliva, Los Bermejales, Parque de María Luisa...

El algarrobo hispalense de más edad y con un porte extraordinario es el ubicado en la Isleta de los Pájaros, el único presente en todo el Parque de María Luisa, plantado en la segunda mitad del siglo XIX por el paisajista francés André Lecolant. El actual islote es uno de los enclaves históricos con más encanto de Sevilla, el cual se hallaba en principio en los jardines decimonónicos del Palacio de San Telmo de los duques de Montpensier, junto al pabellón neomudéjar de Alfonso XII. Este histórico bosquecillo contiene añosos acebuches, esbeltos almeces, jóvenes grevilleas, sugerentes cicas, una vetusta higuera, un ave del paraíso gigante y el gran algarrobo catalogado como árbol singular. Este impresionante ejemplar despliega un par de grandes troncos divergentes unidos por sus bases, uno de los cuales queda casi tendido en el suelo, y nos ofrecen una entrañable imagen acorde con el aire evocador que envuelve un lugar mágico rodeado de un estanque con patos azulones, patos criollos y cisnes. En consonancia con la leyenda romántica, el algarrobo habría sido testigo de la declaración de amor eterno proclamada en el artístico pabellón por los futuros monarcas Alfonso XII y María de las Mercedes, hija de los duques de Montpensier. Un matrimonio que duraría sólo cinco meses, pues la reina fallecería de tifus mal diagnosticado con dieciocho años, dejando helados el corazón del rey y el de toda España. Aún se pueden intuir los abrazos de los enamorados cuando oímos sentados en el coqueto templete los trinos de los pajarillos, el arrullo de palomas y tórtolas, el aleteo de aves acuáticas, el trepidar de las hojas de los árboles mecidas por el viento.

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