Francisco Álvaro, abogado; Manuel Marchena, catedrático de la US; Joaquín Petit, periodista; Francisco Bernal, consultor de comunicación; Javier Polo, directivo de empresa; Francisco Perea, jubilado; Eloy López, consultor; Mario Falero, arquitecto; Fran Fernández, consultor; y Juan Antonio Molina, escritor

Alfredo Sánchez Monteseirín, un alcalde

Los autores reflexionan sobre el 25 aniversario de la llegada a la Alcaldía de Sevilla de Alfredo Sánchez Monteseirín y de los cambios que realizó en la ciudad para modernizarla

Alfredo Sánchez Monteseirín, en una fotografía del año 2003 antes de la peatonalización de la Avenida de la Constitución, que se llevó a cabo en 2006.
Alfredo Sánchez Monteseirín, en una fotografía del año 2003 antes de la peatonalización de la Avenida de la Constitución, que se llevó a cabo en 2006. / josé luis montero

04 de julio 2024 - 06:50

Se cumplen 25 años de la llegada a la alcaldía sevillana de Alfredo Sánchez Monteseirín, quien se encontró con una ciudad mortecina, paralizada por una derecha que respira a través de la herrumbre de inercias y macetones de aspidistras negándole a Sevilla la contemporaneidad del progreso material y social. Con una voluntad inquebrantable de servicio a la ciudad y a sus moradores, Sánchez Monteseirín procedió a modernizar una urbe que era mundial, porque era conocida a nivel internacional, pero no era global, anclada en una trama decadente. Dicha modernización se sustanció en un Plan Estratégico, la reordenación vial, la consolidación de los servicios sociales en barrios, de tal manera que cualquier ciudadano tuviera el mismo nivel de servicios con independencia del lugar de la ciudad en que residiera; las nuevas instalaciones y la remodelación de la flota de transporte urbano; el Plan Cívico para la Movilidad, la creación del Instituto del Taxi; la Red de Aparcamientos; la revitalización de los espacios culturales de la ciudad; la creación del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla; la peatonalización de zonas saturadas y para la preservación del patrimonio monumental hispalense; el Plan contra la Prostitución, sacando el problema del mero espacio del orden público y vertebrando una estrategia de integración social y laboral para las afectadas, que causó un amplio interés en Europa; el desarrollo de la gran conurbación de Sevilla y el planteamiento del área metropolitana; la ampliación de la autonomía local y la reforma de la financiación municipal y de las competencias impropias; la programación de calidad del Teatro Lope de Vega en una ciudad que carece de iniciativa privada en el ámbito escénico; la implementación de espacios emblemáticos sobre ámbitos en decadencia, como Metropol Parasol conocido como Setas de la Encarnación; el Metrocentro, creación de la Agencia Municipal de Recaudación que eliminó los recaudadores de impuestos municipales con la consiguiente plusvalía para las arcas municipales junto a la unificación de la gestión de los impuestos municipales, la red de carriles bici, el impulso en la configuración territorial de la ciudad que supuso el PGOU de 2007 y un largo etcétera.

Los logros de Alfredo Sánchez Monteseirín hoy son disfrutados con naturalidad por los ciudadanos y son iconos admirables para los foráneos, lo que evidencia el acierto de su implementación en su momento. Lo bueno de la Sevilla de hogaño es el resultado de un fructifero periodo donde no hubo iniciativa de modernización que no se hiciera ni proyecto de progreso social y material que no se llevara a cabo. Ello configura una gestión del municipio sin parangón con corporaciones anteriores o posteriores cuya inanidad han sumido y sumieron a la ciudad en un letargo que no merece una urbe como Sevilla ni sus moradores.

Sevilla recuperó su brillante identidad cultural, algo tan importante para una ciudad. Bajo el mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, la cultura hispalense con un sesgo de universalidad se echó a la calle y transitó por chaflanes y aceras para conquistar el alma de los sevillanos. Se crearon la Casa de los Poetas y el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla, para remover la vida cultural de la ciudad y hacer copartícipe a la ciudadanía de la rica pulpa de actividades literarias, plásticas y escenográficas que generó el municipio para disfrute del vecindario. En el teatro Lope de Vega se configuró unas programaciones de gran calidad, poniendo a Sevilla a un digno nivel en el ámbito de la escena. Ciudad y poesía: en ambos casos se trata de crear ámbitos de convivencia, espacios identitarios habitables donde la ciudad se nos presenta con rostro humano, como la Sevilla de Alfredo Sánchez Monteseirín: la ciudad de las personas, se trataba de la visión poética de la ciudad, ese entresijo notable del paisaje urbano que un escritor andaluz definía como la sensación de que en un jardín o en una plaza pareciera que nos está esperando alguien que nos ama. El ser humano, busca respuestas que enriquezcan el vínculo entre su entorno y su mundo interior. Es más, el fortalecimiento espiritualde ese mundo interior es hoy una necesidad: es la utopía indefectible. De la ciudad se espera una respuesta, porque la ciudad es el lugar de la acción colectiva, del cambio visible, del horizonte próximo. Y todo nos lo dio a los sevillanos Alfredo Sanchez Monteseirín.

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