La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Da igual que le cambie el nombre al estadio o que modifique los rótulos de las calles. Está condenado a ocupar dos o tres renglones, acaso menos, en la historia de una ciudad milenaria. Quedará como una broma, un botarate, un chiste, un ejemplo de la fatuidad zarrapastrosa de cierta izquierda actual. Cádiz merece un alcalde mejor, un alcalde que simplemente deje la ciudad en mejores condiciones que las que se la encontró al llegar al cargo. No otro debe ser el objetivo de la Administración municipal. Demasiadas veces se olvida que los alcaldes deben trabajar por la limpieza, la seguridad, el aparcamiento, el transporte, los parques... Toda esa infantería que nos hace la vida cotidiana más fácil. El denominado Kichi quedará como la personificación del tiempo perdido, como una anécdota, como la antigestión. Ahora dice que se pedirá la baja de paternidad. Tiene derecho, claro que sí. Ocurre que al igual que hay ocasiones en que no todo lo legal es ético, el uso de ciertos derechos puede ser cuestionable. O abusivo.
Quien se mete en política sabe que asume sacrificios. Los hay hasta que pierden dinero y prestigio. Difícilmente Kichi puede perder lo segundo. Ni creo que le preocupe. Dejar a la ciudad sin alcalde hasta después de Reyes es un disparate. Si de verdad quería hacer una defensa del derecho a la baja de paternidad, podría haberla hecho, pero buscando fórmulas de conciliación. Pero no creo que ni debamos perder el tiempo en sopesar algo que no tiene ni pies ni mucho menos cabeza. Este tipo de gente se han criado en la cultura de los derechos y de la exigencia continua al papá Estado en sus tres modalidades: Administración central, autonómica y local. No tienen ni pajolera idea de la cultura del esfuerzo, dejan la miseria por donde pisan, nos quieren siempre igualar por abajo, atar en corto al que se sale de la media y, por supuesto, atacar todo aquello que supone un orden en valores.
La baja de paternidad de Kichi, la defensa encendida y ofendidita que han hecho de ella sus correligionarios, es la enésima broma que sólo puede preocupar en lo que pudiera perjudicar a una ciudad de la categoría de Cádiz, a la que Kichi no dejará mejor cuando llegue la hora de soltar el bastón de alcalde. Que un personaje como Kichi haya llegado a alcalde de Cádiz es para que las demás fuerzas políticas pidan cita en el diván. Cuando más se necesitan dirigentes serios, que tomen decisiones justas y no tacticistas, y que asuman el coste que conlleva gobernar, Cádiz tiene a un tipo que debería sonrojar a muchos de los que lo votaron con ilusión y buena fe.
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