La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
No gastemos en horteradas, señor alcalde. Muy bien, pero que muy bien, la suspensión del estúpido Apocalipsis Zombie que el Ayuntamiento estaba dispuesto a organizar con un coste de 55.000 euros para las arcas municipales. La delegada de Juventud, señora Gastalver, ha dicho finalmente que no se adjudica el contrato porque la empresa aspirante no ofrece las condiciones de seguridad exigibles. ¿Y qué pintaba Sevilla, tierra de Don Juan, promocionando una catetada que nos retrata como un pueblo acomplejado de su historia y con la gatera abierta para que se nos cuelen modas y usos de notoria fealdad ? Somos vulnerables porque somos débiles e ignorantes. Seguro que la capitular doña Blanca Gastalver encuentra destinos mucho mejores en sus áreas de gobierno para gastar esos casi diez millones de las antiguas pesetas. La Delegación de Educación, Familia, Igualdad, Juventud y Asociaciones tendrá decenas y decenas de agujeros que tapar, necesidades verdaderamente urgentes que cubrir, colegios con obras pendientes de realizar, vecinos de las barriadas más pobres de España a la espera de recursos... Halloween no trae nada bueno a Sevilla. Precisamente a Sevilla. Bien está la razón de la seguridad para suspender la iniciativa. Podríamos citar otras causas, por supuesto, por todos conocidas para acabar con el gasto público en una fiesta tan hortera. Halloween es una fiesta propia del feísmo que nos invade, de la estandarización cultural que destroza los sellos propios (y Sevilla debe ser siempre una ciudad que brille por su singularidad) y de los excesos que nos lastran (en todas las celebraciones, desde el fútbol a la Semana Santa, por supuesto).
Nuestra historia y nuestra cultura son ricas, los cuentan por siglos y nunca han sido excluyentes. El carácter abierto de la ciudad no debe ser la puerta de entrada de una celebración de mal gusto, neo-cateta y ligada, como siempre, al consumo de alcohol. Ningún cántico refleja con mayor precisión el tiempo que nos ha tocado vivir como el que exalta la bebida en las finales de fútbol: “¡Alcohol, alcohol! ¡Hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual!”. Qué más da Halloween que la Feria, la madrugona que un partido europeo, la Nochevieja que la fiesta de la primavera. ¡Viva la libertad, que dijeron en Cádiz en 1812! Beban cuanto quieran, pero no contribuyamos con dinero público a convertir una ciudad todavía bella y aliada de la luz en una covacha de muertos, sangre, telarañas y fondos negros. Y no nos quejemos si nos llaman vulgares en la prensa extranjera.
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