Y ahora la Jesucrista Superstar

08 de enero 2025 - 03:08

Auno le gustaría hablar ahora del olor a naranjas amargas, que es uno de los olores del genuino invierno. Los operarios municipales las recogen de los naranjos desde diciembre. En el agro la recogida de la aceituna marca las estaciones del tiempo fuera del tiempo. Pero la recogida de las naranjas en Sevilla es también como otra inmersión en el ciclo estacional de la vida donde no alcanza la hoz de Cronos. Hay naranjas que caen en los alcorques y las hay que yacen majadas en el suelo. Escuchar cómo cae alguna de estas pelotas de su rama –ese sonido sordo y fofo– es una delicia acústica sólo apta tal vez para raritos y demás tribus de ingenuos.

Mientras las cabalgatas se desarman en silencio, la rutina regala estos deleites y permite ensoñaciones al común paseante. Por eso, entre amargas fragancias, yo me creo mi propia ensoñación y me permito dibujar el Sagrado Corazón de Jesús con una naranja amarga en su bendito pecho. Pura libación de Amor total. Si usted cree que esto es blasfemar, entonces debiera yo rezar por usted mismo en lugar de al revés. Y digo rezar y no denunciar por delito de odio porque mentes más preclaras que la mía, caso del profesor Víctor J. Vázquez, han destapado lo que de autoparodia jurídica tienen las acciones y berrinches de Abogados Cristianos.

En su hondura más excelsa, la blasfemia, como bien matizaba el profesor Vázquez, esconde una oscura y trémula veneración por lo que se blasfema, lo que da lugar al escándalo aparente, que no es sino un último juego de retractación justo por parte de quien artísticamente blasfema (si hablamos de arte y sus límites). Del peñazo ya tardío sobre la tal Lalachus y su estampita supuestamente escandalosa, sólo me ha quedado claro una cosa. Esta muchacha, en efecto, está gorda. Es una gorda en términos de báscula, peso mórbido y gravedad científica. Pero ¿a qué ofenderse? Pienso en el sueño lúbrico que provocan las orondas formas de Botero. Pienso en las Tres gracias de Pedro Pablo Rubens, adiposas y con sus carnales hoyuelos, según era el canon de belleza en el barroco de los Austrias y, con fantasiosa libertad de consumo, en las artes de Onán que aún hoy se prodigan.

Para ofender hace falta nivel y potestad, igual que para sentirnos ofendidos. Por eso, como cristiano acaso deficiente, yo me permito ensoñarme con la naranja del Sagrado Corazón y su místico amargor, como todo entregado amor. Incluso esc ucho al alimón algún que otro adelanto de Jesucrista Superstar, el nuevo disco de Rigoberta Bandini, que iniciará gira en Sevilla en mayo, el mes de las flores, ay, a la Virgen María.

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