Postdata
Rafael Padilla
Siervos voluntarios
Ya está aquí diciembre con su carga de felicidad, nostalgia y fiestas que se disuelven en la cotidianidad. Lo que más me gusta de este mes, que se prolonga hasta el seis de enero, es que, salvo el 25 y el 31, hay un aire festivo en el día a día. En las otras fiestas todos los días son rupturas de las benditas rutinas cotidianas. En diciembre, no. Están puestos los nacimientos y los árboles de Navidad en las casas, en las iglesias se van encendiendo desde hoy las velas de la Corona de Adviento, están iluminadas las calles que por las mañanas recorren filas de niños para visitar los nacimientos.
Dickens pide su derecho a ser leído siguiendo su voluntad de que cada Navidad se le recuerde “porque es bueno ser niños a veces, y nunca mejor que en Navidad, dado que su poderoso Fundador fue un niño”; Crosby, Fitzgerald, Sinatra, la Niña de la Puebla y Bach piden los suyos a ser escuchados y las películas de Capra y Minnelli (el primero ya saben por qué, el segundo por el Have yourself a merry little Christmas de Cita en St. Louis) a ser vistas. Y también, ¿por qué no?, el Houston de Dublineses con su prodigioso final de Gabriel mirando a través de la ventana como cae la nieve en “el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey”. Que Dickens escribió en La Navidad conforme pasan los años: “En el día de Navidad no cerramos nuestro hogar a nada. ¿Ni a la sombra de la Ciudad de los Muertos? Ni siquiera a ella. Hoy precisamente, en el día de Navidad, volveremos nuestros rostros hacia esa ciudad, y sacaremos de entre sus huestes silenciosas a las personas que amamos para que vengan entre nosotros. ¡Por el bendito nombre que aquí nos tiene hoy reunidos, y por la imagen que se halla entre nosotros, acogeremos a todos los que nos son queridos!”.
Hoy empieza, en lo íntimo para quien así quiera vivirlo, esta deliciosa sensación de que es fiesta sin que los días sean festivos. Me refiero al diciembre cristiano y al sentimental, que puede escogerse uno, otro o ambos. En lo que a mí se refiere llegará el 8 de diciembre al Postigo y a San Antonio Abad, el 18 a la Resolana, el 24 los corazones y el 1 de enero a San Lorenzo… Y… ¡Y nada más! Que hay libertad para elegir entre la sensatez y la insensatez, la mesura y la desmesura, la medida y el exceso, lo que a cada tiempo corresponde y lo extemporáneo. Es Adviento, señores, no Cuaresma ni Semana Santa.
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