Abre el Señor el año sevillano

31 de diciembre 2024 - 03:12

Tiene la ciudad a partir de mañana, así que comience el nuevo año, muchos calendarios que irán señalando el paso de los días. Ese avance lento diario de la luz desde el fondo frío del invierno, como escribió Romero Murube, que es el reloj de sol de la ciudad que va marcando el paso de los días segundo a segundo, primero, minuto a minuto, después, con los cielos pasando, cada vez más tarde, de un brillante azul Hiniesta a un aterciopelado azul Carretería. Una tarde tibia cuando febrero marcea. Las plazas del Cristo de Burgos o de San Lorenzo, cubiertas de hojas. Un eco de cornetas y tambores en una tarde fría de febrero en la Resolana. Los primeros botones de azahar en un naranjo. El cuerpo del Señor velado, como los altares antiguos, por su túnica morada. El cartel que anuncia capirotes en la embocadura de Águilas. Un primer viernes de marzo en San Antonio Abad, cayendo la ya larga luz dorada poniente por Alfonso XII haciendo verdad –otra vez Romero Murube– que “por esta vira de oro de la tarde marzo viene Jesús Nazareno” …

Y las convocatorias de cultos en las puertas de las iglesias, hojas del más auténtico calendario de la ciudad. La primera, la del Gran Poder, que abre el año más sevillano con su quinario. Junto a ella la de Pasión, que estará en besapié desde el 3 de enero. Tras ellas las de los quinarios de Jesús de las Penas, de mi Señor del Silencio en el desprecio de Herodes… Así hasta que las del septenario de la Virgen del Valle y el segundo besamanos de la Soledad de San Lorenzo se rocen con el Domingo de Ramos. Todo de puertas, memorias y corazones adentro. Que sobrados estamos de extemporáneas, vacías y vanas exterioridades que hacen difícil, si no imposible, la hermosa espera. Cada cosa a su tiempo.

Esta noche de ruidosas celebraciones para despedir un año y recibir otro, en el silencio de la basílica cerrada, estarán las flores recién puestas y la cera intacta del altar de quinario ante el Señor del Gran Poder, vacío el templo que se llenará con ese calor suave de oraciones ininterrumpidas, que, como escribió Chaves Nogales, unos labios comienzan, otros continúan y ningunos cierran. ¿Qué importa, aquí, el paso del tiempo? Está escrito: “Tú, Señor, en los comienzos cimentaste la tierra; los cielos son obra de tus manos; ellos perecerán, tú permaneces… Serán como vestido que se muda. Pero tú eres siempre el mismo”. Feliz 2025 nos conceda el Señor.

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