La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Sevilla/Cuando el presidente Aznar acabó con el servicio militar obligatorio se sacó de la chistera el conejo de los reservistas, cuerpo especial del Ejército que ha resultado un verdadero éxito. Gracias a los reservistas hay juristas, periodistas, economistas, sanitarios y profesionales de muchas ramas que se activan durante unos meses al año para aportar su saber hacer en beneficio del Ejército. Han de superar previamente unas pruebas y esperar a que haya plazas de su especialidad. No se trata de ningún juego ni de una vía para matar la nostalgia de algún posible Mambrú. Muchos de estos reservistas abandonan sus trabajos al integrarse a todos los efectos en la disciplina militar y sirven con orgullo. En el muy recomendable programa matinal Despierta Andalucía de Canal Sur vimos el testimonio de un reservista, el alférez Joaquín Moeckel, un abogado que precisamente ahora está activado como militar e integrado en el área de protocolo del Cuartel General de la Fuerza Terrestre, a cuyo frente se encuentra el teniente general Carlos Melero, un señor con las ideas la mar de claras.
Moeckel hizo una cosa muy fácil y tremendamente complicada al mismo tiempo: explicar los actos del Día de las Fuerzas Armadas y ponderar la importancia de la cultura de defensa. Con un lenguaje sencillo y directo hizo mucho más por una institución como el Ejército de lo que algunos pueden imaginar. “Invertir en defensa es como contratar un seguro del hogar, de vida o de accidente, que obviamente no queremos tener que usarlo”. Pero hay que tenerlo. Como hay que tener buenos comunicadores. El alférez se expresaba en esos términos sin complejos y con un profundo amor por la institución a la que representa en este momento. Me acordé en ese momento de la Iglesia. ¿Se imaginan una suerte de reservistas en la curia? Gente que de verdad sabe de lo suyo y que por unos meses se activa y aporta sus conocimientos reales sobre la materia en el gobierno y gestión de la institución. Pero, ojo, dando la cara si es preciso y en ningún caso escondidos. ¿Qué hace el Ejército en el fondo?
Importar lo que le falta y hacerlo suyo por medio de voluntarios encantados de poner al servicio de la causa la eficacia que ya han demostrado en su profesión. En la Iglesia ha habido casos aislados y en diferentes niveles. El arzobispo Asenjo fichó a un economista para llevar las cuentas de la Iglesia. Francisco contrató a un director de comunicación. Los curas no tienen por qué saber de números ni de periodismo. El Ejército lleva ventaja. No ficha, abre una convocatoria. Busca valores añadidos a sus ya de por sí utilísimos distintivos: compañerismo, disciplina, lealtad, sacrificio... En el frente de la comunicación conviene tener soldados sin complejos.
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