Yolanda se va, pero se queda

Su ascensión al liderazgo por decreto de Iglesias desnudó su carencia de formación, cursilería y falta de solidez

15 de junio 2024 - 01:00

Como sus siglas han sido seguramente las más castigadas en las urnas dentro de las formaciones parlamentarias y los electores la han mandado en masa a ese sitio maloliente donde ella mandó a Feijóo y sus seguidores, Yolanda Díaz ha querido ser consecuente: asumió su responsabilidad y dimitió.

Pero sólo un poco. Dejó de ser coordinadora de Sumar y sigue como vicepresidenta segunda del Gobierno y presidenta del grupo parlamentario en el Congreso. Una dicotomía interesada e interesante: no se considera capacitada –a la vista de los resultados– para encabezar el partido, pero sí para dirigir a sus diputados y ser la número tres del Gobierno de la nación. En Sumar la han sustituido por una “coordinadora colegiada interina” integrada por cuatro segundones afines a ella misma. Una dimisión peculiar y lampedusiana. No ha dado un paso atrás, sino un paso al lado y de vocación probablemente transitoria.

Ahora la organización sumarita y los partidos concurrentes en ella entran en un período de reflexión y análisis sobre las causas de esta nueva crisis. ¿Cuántas veces hemos vivido estas situaciones en el ámbito de la izquierda radical (el espacio, que dicen los cursis)? Se pierde la cuenta. Con distintos nombres y en distintos contextos, la izquierda a la izquierda del PSOE transita en un bucle: destellos de auge y poderío (siempre dentro de límites que ellos nunca han querido ver: entre el 10 y el 12% de los votos populares), caídas estrepitosas, divisiones en las que todos los escindidos presumen de luchar por la unidad, reflexiones y autocríticas que no van al fondo de la cuestión y esconden bajo el manto de la superioridad moral la tragedia de que quienes hablan en nombre de los trabajadores y la gente vulnerable no consiguen representarlos y que más trabajadores y vulnerables apoyan a PSOE, PP y Vox que a ellos.

Yolanda Díaz ha sido una buena ministra de Trabajo en tiempos sombríos, pero la ascensión al liderazgo por decreto de Pablo Iglesias ha desnudado sus carencias de formación, su cursilería y su falta de solidez, aparte de su ambición extrema, que no tiene por qué ser un defecto. El suyo ha sido un hiperliderazgo con pies de barro, como ha dicho un comentarista: huyendo de los inconvenientes de un partido clásico ha montado Sumar como una confederación de grupos y grupitos. Sumar carece de estructura orgánica digna de ese nombre. Ella sola ante un electorado esquivo.

El “espacio” vive el castigo de Sísifo.

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