La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Yolanda Díaz, la ministra mejor valorada del Gobierno de Pedro Sánchez, forma parte de la cuota de Unidas Podemos en la coalición, pero no milita en UP. Esta paradoja se multiplica en otras: su plan de futuro alarma a sus compañeros de Unidas Podemos e inquieta a sus colegas del PSOE y al presidente que la nombró formalmente.
Porque su designación material, como ministra y como vicepresidenta segunda, la hizo Pablo Iglesias, en la apoteosis final del cesarismo con el que condujo a los morados desde su fundación. Dimitió por táctica, lucidez o generosidad, pero con dedazo doble. No sólo ungió a Yolanda Díaz en la Vicepresidencia, también la erigió como candidata futura a la presidencia del Gobierno. Él solito, como cabeza de una dinastía, sin Consejo Ciudadano, ni estructuras orgánicas ni bases militantes.
Está pasando lo que suele pasar en estos casos: que Yolanda vuela sola. Reconfortada por la gestión positiva de sus tareas sociales dentro del Gobierno y encantada de haberse conocido tras las encuestas populares que la valoran más que a ningún otro ministro, ha puesto en marcha su propio plan de rescate del espacio político a la izquierda del PSOE, volviendo a las exitosas mareas territoriales y confluencias progresistas del mejor momento podemita... sin que UP tenga que ser el eje central de esta pretendida recuperación. A cuerno quemado han olido en Podemos sus últimas manifestaciones: "Esto (el proceso de debate en marcha) no va de partidos" y "Estoy rodeada de egos... Si hay ruído, es probable que me vaya". Juan Carlos Monedero, guardián de la ortodoxia morada, ha tomado nota de que Díaz va por libre, que niega trato preferente a UP y que pone condiciones a su liderazgo: no admite más egos que el suyo. Los demás, a respaldar su candidatura sin condiciones.
Las andanzas de Yolanda Díaz también inquietan a Pedro Sánchez, que ve en la vicepresidenta una adversaria mucho más seria que Iglesias, más inteligente, sólida y sutil. Quizás el sorpasso perseguido en el territorio de la izquierda sea menos improbable con ella a la cabeza. Presume de su condición comunista (el único carné que tiene es el del PCE) y cuenta con el respaldo de los sindicatos tradicionales. Lo curioso es que el proceso político que lidera reproduce el que Julio Anguita promovió hace treinta y cinco años: Izquierda Unida. Que sigue existiendo, con sus limitaciones y su techo de votos en la España del siglo XXI.
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