El Watergate de la diez

Contrastar fuentes y obtener la certeza de que lo que se publica es cierto son las reglas de oro del periodismo de investigación

15 de abril 2024 - 01:00

Supongo que les ocurrirá algo parecido y con la misma cansina frecuencia: abres el whatsapp o cualquier otra red social y te encuentras con el enlace a una noticia de algún medio, no siempre conocido y habitualmente digital, con un titular mucho más que impactante, que anuncia a bombo y platillo un escándalo político, económico o empresarial de enorme envergadura que tendrá graves consecuencias y acabará con más de una brillante carrera. Intrigado, abres la noticia, la lees atentamente hasta el final, ansioso por descubrir alguna compleja trama y concluyes que más allá de un puñado de insinuaciones entrelazadas con una enorme capacidad de fabulación para hacer montañas de granos de arena, el firmante –a quien me niego a llamar periodista– no pasa de gacetillero malo. Puro clickbait. O así lo llaman.

Si algo aprendimos viendo Todos los hombres del presidente, aparte de que nunca debería volver la moda de los setenta, es que contrastar fuentes y obtener la plena certeza de que lo que se publica es cierto son las reglas de oro del periodismo de investigación. Pero para esta legión de Woodward y Bernstein de guardarropía basta con oír alguna campana, por sordo que sea su toque, para construir el Watergate de la mañana, remover las aguas para beneficiar políticamente su posicionamiento y reforzar el apoyo de votantes y simpatizantes, a la vez que se erosiona la imagen del contrario. Porque si algo caracteriza a este tipo de prensa es su más que evidente partidismo. Algo que contraviene la propia esencia del periodismo libre.

Que la prensa debe ser incómoda al poder y actuar como notario de la realidad y guardián de las libertades es algo que debería ser evidente para todos. Lo dijera o no Orwell, lo cierto es que una noticia es aquello que alguien no quiere que se publique. Y si el resto son relaciones públicas o propaganda, parece claro que esto del clickbait es pura propaganda.

Pero lo más triste de todo es que estos descabellados titulares y las delirantes historietas que los intentan desarrollar no se circunscriben a un determinado tipo de prensa residual, sino que se están convirtiendo en una deplorable manera de atraer consumidores de escándalos, más que lectores, en demasiados medios de todas las tendencias, obviando lo verdaderamente importante, el derecho a ser informados libre y verazmente. Porque tanta hojarasca y tanto ramaje, nos están ocultando el bosque.

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