La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Vox no quiere ser convidado de piedra en el nuevo Gobierno andaluz -si se concreta el acuerdo- y se comprende. Necesita protagonismo, presencia, y PP y Ciudadanos lo están dejando al margen a pesar de que sin sus 12 votos no conseguirán poner fin a casi cuarenta años de Gobierno socialista en Andalucía. Por otra parte, la animadversión y desprecio que muestra Ciudadanos hacia Vox no ha sido la posición más adecuada que se debe tener hacia el partido que le puede abrir la puerta del Gobierno andaluz, lo que ha provocado que Vox haya decidido mostrar su cara más hosca, más intolerante, más amenazante. Ni Ciudadanos ni Vox han actuado con la inteligencia que se supone a quienes se dedican a la política.
La falta de cintura de Ciudadanos y Vox coloca en una situación de riesgo a Juanma Moreno, pero además Vox ha fallado estrepitosamente en las formas y en el fondo.
Un partido político está obligado a saber que una Ley de alcance nacional, aprobada en el Congreso de los Diputados -con el apoyo de todos los grupos excepto Podemos, porque no le parecía suficientemente protectora para las mujeres agredidas- no puede ser anulada por un parlamento regional. Se puede aplicar con algunas modificaciones que no choquen con el espíritu y la letra de esa ley, y esa posibilidad estaba ahí si Vox, en lugar de lanzar sus amenazas a través de las redes sociales y los medios de comunicación, hubiera abierto una línea de diálogo con PP y Ciudadanos, que se enteraron de las exigencias de Abascal sin que nadie de Vox hubiera hecho amago siquiera de hablar sobre algunos aspectos del futuro programa de gobierno.
Allá Vox con su forma de hacer política. Vive su momento de gloria, como otros partidos que, en lugar de presentar propuestas, han basado su programa en denunciar los errores o los males de los otros. De esa manera captan el voto desencantado, el voto del cabreo, que en España es multitudinario tras los políticos que nos han tocado en suerte en los últimos tiempos. Pero ese tipo de partidos-contra no suelen tener excesivo recorrido, así Santiago Abascal y sus colaboradores deberían pensar en las consecuencias de su ferocidad sistemática.
Más les valdría a los dirigentes de Vox apostar por la palabra en lugar de la estrategia del tuit que tanto gusta a Trump. Como dejen pasar la oportunidad de apoyar el cambio en Andalucía, a Juanma Moreno le hacen un avío, pero el entusiasmo hacia Vox durará menos que un merengue en la puerta de un colegio.
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