Voto ‘tiktoker’

Se Acabó la Fiesta no es un partido ‘raro’ más. Es la punta del iceberg de un alarmante voto de rebeldía

05 de junio 2024 - 01:00

Hace justo un año, una profesora friki de la Universidad de Granada estuvo a punto de llegar al Rectorado abrazando árboles y enseñando lo que llevaba en el bolso. He simplificado, y tal vez maximizado su éxito entre la comunidad estudiantil, pero creo que es una imagen muy cercana y elocuente de las amenazas que los nuevos entornos de comunicación suponen para la democracia. Para una institución centenaria como la de Granada, para la Europa de los 27 que se renueva este domingo y para el medio centenar de países que abrirán las urnas a la ciudadanía en los próximos meses.

Importa dónde nos informamos, importa quién nos cuenta qué e importa, sobre todo, si el sentido final de nuestro voto es de apoyo o de castigo, si es de indiferencia o de provocación e, incluso, si es de divertimento. No sé otra forma de definir la propuesta de Se Acabó la Fiesta sabiendo que hay un señor, tampoco sé cómo calificar al personaje, que arremete contra la “casta política, mediática y judicial” buscando un blindaje institucional para esquivar las decenas de procesos en que está envuelto. ¿Todos mienten menos él? Pues preocúpense porque Alvise Pérez puede convertirse en eurodiputado según el último sondeo del CIS.

En todos los comicios hay partidos raros. ¡No me digan que no es cada vez más difícil encontrar la papeleta cuando vas a votar! Pero Se Acabó la Fiesta no parece que sea uno más porque irrumpe como la punta del iceberg de un cambio de paradigma político que tiene que ver con la desinformación (manipulación e intoxicación), con las brechas ideológicas que nos hacen a todos más radicales y con ese populismo que gana espacio a escala mundial como fórmula de éxito para colectivos activamente desconectados de todo lo que suene a conocido y viejo.

¿Vieja es la democracia? Lo es. ¿Viejos son los medios de comunicación? Lo son. ¿No siempre la justicia es ciega, aséptica e imparcial? No lo parece justo cuando acabamos de conocer la imputación de la mujer del presidente del Gobierno rememorando los tiempos de Alaya con sus interferencias electorales en los ERE.

Pero, a pesar de todo ello, y al margen de lo que pase el domingo, tenemos la obligación de marcar distancias y resituar el debate de lo público haciendo autocrítica y removiendo los cimientos de todo el sistema. No son tiempos para vivir de las rentas pero tampoco puede ser la solución menospreciar a quienes provocan votando en rebeldía. ¿Empezamos por preguntarnos por qué tiene éxito el voto tiktoker?

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