La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
HASTA las últimas elecciones municipales del 28 de mayo, nunca tuve la necesidad de votar por correo. La experiencia fue ejemplar: el sistema funciona muy bien y ofrece garantías de que la papeleta –con todas las que llegaron vía postal– se depositó en la urna de la mesa asignada al cerrarse el colegio electoral y antes de iniciar el recuento.
En mayo ya hubo un mayor uso de esa forma de voto, pero Correos no tuvo que atender una avalancha de solicitudes.
Convocar por primera vez en el mes de julio unas elecciones a Cortes Generales, los comicios que más participación suelen movilizar, conlleva saturar esta vía de facilitar el sufragio a quien no puede –o no quiere– hacerlo presencialmente, porque es periodo vacacional y hay millones de desplazados y porque el calor extremo es un impedimento añadido.
Han sido los sindicatos quienes han alertado de que Correos no estaba poniendo todos los medios para asegurar que el proceso no deje a miles de españoles sin votar (optar por el sufragio postal impide hacerlo forma presencial ante la urna).
Es precisamente por este toque de atención sindical por lo que el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, enfatizó la importancia de asegurar que nadie se quede sin votar. No es por trumpismo, como le han acusado desde el PSOE, que busca desesperadamente engancharse a una campaña cada vez más similar a la de hace un año en Andalucía, en el que el previsto vencedor capta en el tramo final a indecisos que quieren evitar la dependencia de Vox si el PP tiene la tarea de gobernar.
Y, probablemente, el aviso a navegantes que hizo va a servir para que el Gobierno ponga el máximo celo en que no se produzca el escándalo monumental de impedir votar, por correo y en persona, a ningún español.
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