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El miedo más su antídoto autoritario cocinan la receta populista o, ya vemos, populachista y astada

12 de enero 2021 - 02:30

Hace unos días, ya llegada del pueblo esquimal la tita Filomena, la de las cabrillas en la canilla y el grajo despechugado, mientras yo incurría en cotilleo de red social, un habitual de la bancada de estribor compartía una reflexión en el formato irónico propio en el mundo de la frase instantánea: "El calentamiento global empieza a partir de ahora, ¿o cómo va eso?". Ni los palmeros de su cuerda movieron el pico, o sea, la yema del dedo para hacer claque o sumarse a la gracia de alcanfor, según comprobé al volverme a topar el comentario horas más tarde (hay domingos en los que el kit tablet, manta de cuadros, libro, periódico, bajonazo cursa y obtiene consuelo en el whatsapp y las redes sociales: es así, padre, me acuso).

Hay negacionismos que envejecen fatal, y sus razonamientos de cantina lo hacen peor. Pero, en fin, todo es cosa de buscarse una cornamenta de bisonte americano o, a lo nuestro, una piel completa de cabra payoya, con sus piños, o de pollino de la tierra, con sus orejones, asaltar la casa consistorial o la sede del distrito, y no ya negar alto y claro y continuamente el cambio climático ese de los ecologistas piojosos, sino asegurar que la Tierra es plana, y que por eso es un planeta, leche. A los niños hay que hacerles caso de pequeños, que después pasa lo que pasa. El chollo de los populismos de estribor y babor -para sus líderes- es que el caldo gordo no lo hace tu Goebbels de cabecera, sino que te lo hacen las plataformas de internet. Y ahí entramos como pablorromeros al caballo. Con la cuerna por delante. O coceando cual asno.

Se lo leí este domingo a Anne Applebaum (Pulitzer 2004 por Gulag) en El País: Trump desaparecerá y se pasará la vida en los tribunales, pero el trumpismo sobrevivirá vigoroso; su esencia radica en que fabrica una alternativa a la realidad. Esto sería imposible sin las redes sociales y varios medios de comunicación que obtienen un filón en este pastoreo de almas; cuerna incluida, ya digo. Es aquel ¡Vivan las caenas! que quería absolutismo, por compasión, pero renovado dos siglos después a tiro de pantalla táctil. La causa del autoritarismo prende con fuerza en mucha gente, que se arrincona en uno de los extremos ideológicos (no sólo son dos: aquí sabemos mucho del tercer credo ibérico, el nacionalista). Ideológico es un decir: la ideología requiere ideas. Y no píldoras inflamables, ni picos de soma digital en la vena que más gorda se ponga. El populismo no es, en realidad, ideológico y ni siquiera político, y no respeta a la historia ni a la razón: la usa y la perpetra.

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