La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
El adiós a José Moya
“La cultura del esfuerzo es un paradigma del cambio social que necesita este país”. Esta aseveración no es de ningún filósofo, ni de ningún político. Es una auténtica declaración de intenciones del empresario José Moya y Concha Yoldi, su esposa, visible en los objetivos de la Fundación Persán, puesta en marcha por ambos en el año 2006. Y ese esfuerzo, hoy, cobra más valor aún, porque nos hace repasar su trayectoria con un componente humano fundamental para comprender un caso de éxito profesional y social de primer orden.
Pepe Moya –me permito decir–, nos ha dejado de manera prematura. Su amplia trayectoria empresarial, de hombre de negocios serio y comprometido, es bien conocida. Bajo su dirección, Persán ha llevado el nombre de Sevilla y de Andalucía a todo el mundo. Reorganizó una empresa, dedicada a los detergentes y suavizantes, hasta convertirla en líder nacional y referente internacional. Supo, como pocos, imprimir a su compañía un crecimiento constante y sólido. Consiguió además, algo inédito: poner de acuerdo a más de la mitad de los españoles. El 50% de los hogares de este país tienen en su cocina un producto de la marca Persán. Ahí no hay poco esfuerzo.
Y es que Moya ha sido un adalid de los negocios. Basó el éxito de Persán en dos piedras angulares: innovación e internacionalización. Líder de la empresa de marcas tan populares como Puntomatic, Flota o Sun, y embarcado en la actualidad en un potente proceso de diversificación hacia productos de cuidado personal, él mismo afirmaba sobre la innovación que “se dice con mucha ligereza que sólo las marcas innovan, pero no es así. Éstas venden. Los que innovan son los fabricantes, que pone en el mercado una innovación bajo su propia marca o con la de un distribuidor”. La compañía, que mantiene su sede en Sevilla, donde cuenta con la mayor fábrica del mundo en su sector, ha invertido en innovación 150 millones de euros en los últimos cinco años.
A pesar de presumir de ser una empresa familiar, Persán ha sido capaz de forjar alianzas estratégicas con los mayores distribuidores de los principales países europeos (Holanda, Italia, Francia, Bélgica, Portugal) además de con Reino Unido o Polonia. Este último país fue el elegido para ubicar su segunda fábrica, tras la adquisición de su aliado E&S Industry. De nuevo, a vueltas con el esfuerzo.
Hasta aquí, un meritorio y reseñable caso de éxito empresarial. Pero Pepe Moya –medalla de la Ciudad de Sevilla en su última edición, de 2020– , junto a Concha Yoldi, iba más allá. Basta con echar un vistazo a su filosofía de los negocios para darse cuenta ello. “El principal valor añadido de Persán: tecnología y personas”. “Apostamos por dar oportunidades a jóvenes profesionales: contamos con una tasa del 80% de contratación de personas incorporadas con becas curriculares”. “Creemos firmemente en el desarrollo del talento. La formación y el desarrollo de nuestros profesionales es vital para nuestra compañía”. El ADN de sus 1.300 trabajadores, presume la propia compañía, se resume en cuatro adjetivos: visionarios, exigentes, implicados y comprometidos. Una vez más, el valor del esfuerzo.
En paralelo a todo ello, un compromiso social digno de aplauso y plasmado en la Fundación que Concha preside. Los Moya-Yoldi crearon esta institución hace ahora 14 años para contribuir a la integración laboral de personas en situación de vulnerabilidad social, a promover el emprendimiento, a becar estudiantes e investigadores y, en suma, como sus creadores mismos resumían, “a estimular los valores del esfuerzo y el mérito en la sociedad”.
Querida familia de Persán, todo mi afecto y admiración.
Descanse en paz, Pepe Moya.
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