Notas al margen
David Fernández
Los reyes del eufemismo
La pérdida de Vicente Lleó Cañal, como desafortunadamente acontece con quienes fueron autores de una obra reconocida, quedará a salvo del olvido -de este se dice que es una segunda muerte todavía más definitiva que la que pone el final de los días- por la presencia vicaria de sus publicaciones. Nova Roma, por ello, si ya era un libro clásico, inicialmente publicado en 1979, sobre la Sevilla del siglo XVI, se apreciará más con la ausencia de quien le dio tan acertada y bien resuelta forma. Coincidió en ese objeto con Santiago Montoto (1890-1973), autor de Sevilla en el Imperio, en 1937. A Lleó le interesó reparar en tres grandes ámbitos con perspectiva artística: el marco de la vida, el marco de la muerte y la ciudad. En tanto que Montoto escudriñó un misceláneo catálogo sevillano del Siglo de Oro. Con algunos acontecimientos a los que tanto uno como otro prestan atención.
Es el caso de la acogida y el recibimiento prestados a Catalina de la Cerda, en Sevilla, en otoño del año 1599. Esposa era de Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, primer ministro y valido del rey Felipe III. Lleó da pormenorizada cuenta de la arquitectura efímera con que se preparó la entrada real de Felipe II en la ciudad, en 1570, y cómo el "aparato" decorativo para acoger a la marquesa de Denia quedó reducido al mínimo: "Juncias y ramas verdes traídas de la ribera de Coria con las que se engalanaron una serie de arcos sobre el puente de Triana". Y Montoto refiere cómo un "pródigo sevillano", Juan de Arguijo, regidor municipal -veinticuatro-, además de destacado sonetista español, alojó durante unas horas a la marquesa en su "hermoso heredamiento de Tablantes", con derroches para dejar en buen lugar a su ciudad, de la que era representante: "Su renta de 20.000 ducados gastó Arguijo en estos agasajos... nadie le superó hasta entonces, pero quedó pobre de por vida".
Montoto y Lleó hacen asimismo referencia a un servicio en metálico -10.000 doblones de oro- que el Cabildo entregó a la marquesa y esposa del valido. Para Santiago Montoto, una comparación resulta oprobiosa: "¡Qué gran contraste entre los veinticuatros que empeñaron su plata para festejar a la Reina Católica y los que derrocharon el oro de la Ciudad para adular -por no emplear otro vocablo más fuerte- al inepto valido de Fernando III!". Mientras que Vicente Lleó, después de contar la naumaquia nocturna de las flotas de Portugal y Sicilia, atracadas en el puerto, y contemplada por la marquesa desde la Torre del Oro, se lamenta de cómo el cambio de siglo era antecedido por "la más radical trivialización de un importante elemento de la cultura humanista, la Entrada Real, que durante largos años había sido expresión de complejos programas, vehículos de la aspiración al cambio según las propuestas de una minoría intelectual cuya paralela decadencia no puede ser casual". Así acontecía a finales del XVI, pero Vicente Lleó, en sus postreros años, ha debido advertir parecido decaimiento del humanismo posmoderno.
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