La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
Bienvenidas las nuevas farolas a la calle Sierpes que sustituyen a las denominadas de carretera. Dicen que son farolas fernandinas, que deben serlo por Fernando Vázquez, el gerente de Urbanismo y Medio Ambiente. Ahora hay que seguir con la supresión de fealdades de una ciudad cargada de grafitis, mamotretos, pavimentos horrorosos, estéticas de paseo marítimo de bajo coste y diseños moscovitas. La clave es el criterio. Hay que tener clara la hoja de estilo, porque se corre el alto riesgo de que salte el buenista de guardia con la muy previsible frase de “para gusto, los colores”. Peor que alguien básico solo está alguien previsible. Tengan cuidado ahí fuera, que decía el sargento Esterhaus en la serie de televisión de los valientes policías. En esta Gerencia a veces parece que no hay muchas luces, pero sí hay farolas. Preciosas farolas. Por algo se empieza, que ya se sabe que la belleza salvará al mundo, según Dostoievski, que no dio el pregón de Semana Sarta. Si las farolas de Sierpes tan atinadamente retiradas eran de carretera, ¿cómo son las del puente de San Telmo, almas mías? Es mejor no mirarlas y extasiarse con el anuncio de Diario de Sevilla que preside la Plaza de Cuba. Son farolas modelo pintalabios, del peor concepto estético de los años ochenta. Nos las colaron y ahí siguen porque, como dice Alfonso Jiménez, en Sevilla nos acostumbramos muy rápido a las barbaridades.
El puente no es ninguna maravilla. Estaremos de acuerdo en que el de Triana eclipsa todos los puentes. Solo ha sido superado en un detalle por el del Cristo de la Expiración: la sombra. Hay que darle las gracias a Manzanares por la apuesta que hizo por una pasarela amable con el peatón. A don José Luis le quedó “de categoría”, como diría Antonio Garrido en los golpes de humor cofradiero de El Palermasso. Llevamos dieciséis años con el debate sobre cómo tener sombra en la Avenida de la Constitución. Y los que nos quedan... Esperemos que el gerente Vázquez le meta mano a las horripilantes farolas del puente de San Telmo, que en su día también las lució fernandina, pero fueron quitadas con motivo de unas obras realizadas para la Expo’92. Se ve que no todo lo que trajo la Muestra Universal fue bueno. Siga el gerente con la cruzada contra el mal gusto. Hay cosas que no podemos derribar, que las hemos integrado en nuestra vida cotidiana con el cariño con el que se acoge a un pariente de visita, aunque sepamos que el huésped y la pesca al tercer día apestan. Pongan farolas fernandinas en el puente de San Telmo y quiten los muebles de Ikea del Salón Colón. Hieren a los sentidos, expresión que siempre recordamos de las clases de don Antonio Gordillo, catedrático de Derecho Civil.
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