Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
EL Gobierno presume de unidad a pesar del descosido que ha producido Alberto Garzón con sus declaraciones sobre la calidad de la carne española; el PP da por zanjada la crisis interna madrileña por las diferencias entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado -con la intervención indispensable de Teodoro García Egea- por el congreso regional del partido y la intención de la presidenta de presentar su candidatura.
Las aguas se han calmado un poco, sólo un poco, por la convocatoria de las elecciones de Castilla y León, adelantadas por Alfonso Fernández Mañueco ante el temor de que PSOE y Ciudadanos le presentaran una moción de censura. Pero que las aguas se hayan calmado un poco no significa que no vuelvan a estar revueltas en cuanto pase el 13 de febrero, a no ser que Juanma Moreno decida adelantar también las andaluzas y convenga a los dos partidos hacer como que todo va bien. Porque lo cierto, lo indiscutible, es que la tan proclamada unidad no es tal, y a poco que se rasque un poco en la superficie aparecen los celos, las rivalidades, la desconfianza y las confesiones más o menos veladas sobre la necesidad de tomar decisiones que neutralicen a quienes han provocado las crisis aún no resueltas.
Empecemos por el principal partido de la oposición, el PP, cuyo presidente es perfectamente consciente de que necesita transmitir que esa pacificación es real si pretende convertirse en el próximo presidente del Gobierno. Su problema se llama Isabel Díaz Ayuso, a la que catapultó hacia la primera fila del partido al designarla candidata a la presidencia del Ejecutivo madrileño contra viento y marea. Nadie consideraba acertada esa decisión. Ayuso no desaprovechó la oportunidad, aprendió lo que no sabía, se rodeó de un buen equipo gestor, asumió la defensa de los derechos de los madrileños como una prioridad desafiando incluso al Gobierno central y, cuando convocó elecciones anticipadas con carácter de urgencia porque le iban a presentar una moción de censura, arrasó.
Literalmente arrasó, y se convirtió en una figura referente de la sociedad española, sumando votos de personas que jamás habían votado PP, asediada por medios nacionales y extranjeros… y provocando recelos en la cúpula del su partido. Para ser más concretos, provocando recelos precisamente en aquellos que la habían aupado, Pablo Casado y Teodoro García Egea. Porque los restantes miembros de la dirección nacional, y los barones regionales, han asistido atónitos a la confrontación entre Génova y Sol y, aunque todos ellos intentaron apaciguar las cosas y que Casado y Egea debían asumir el protagonismo de Ayuso, acceder a su deseo de ser candidata a la presidencia regional del partido y aceptar la fecha que proponía para la celebración del congreso -que era la que marcaban los estatutos- Casado y Egea se negaron a sus pretensiones, retrasaron la celebración del congreso y lanzaron a la arena la candidatura del alcalde de Madrid, al que no se le había pasado por la cabeza presentarse.
No han cambiado mucho las cosas, sólo lo imprescindible, sólo en la superficie. Días atrás se vendió como acercamiento de Egea y Ayuso que acudieron juntos al desayuno informativo de Mañueco en Madrid. Falso. Cuando Ayuso iba a entrar en el Ritz se encontró con Egea y entró con él pasando por delante de las cámaras apostadas en la puerta del hotel. ¿Fue encuentro casual o buscado por Egea? Eso pertenece al secreto del sumario. Pero no hay muchas pistas que demuestran que las cosas siguen más o menos igual que antes de que se iniciara la "tregua" de Castilla y León en la que todos van a centrarse en colaborar con Mañueco para que pueda seguir al frente del Gobierno con una mayoría sólida.
Ayuso, Egea y Casado coincidirán en la campaña electoral, también en el congreso del PP regional que se celebra este fin de semana y después… No se sabe.
De momento, en Génova han lanzado un nuevo dardo a Sol: no se puede convocar ningún congreso regional hasta después del 13 de febrero. Si se tiene en cuenta que entre la convocatoria de un congreso y su celebración deben transcurrir 45 días, y que la Semana Santa es en abril, se complican las cosas, porque se ha por hecho que Juanma Moreno quiere celebrar las elecciones andaluzas en junio, tendría que convocarlas en mayo y es difícil que la dirección nacional dé la satisfacción a Ayuso de convocar antes su congreso.
En las próximas semanas veremos "caritas" entre Casado y Ayuso e incluso entre Egea y Ayuso, porque es imprescindible transmitir la imagen de unidad, el PP ha bajado de dos a tres puntos en la mayoría de los sondeos desde que se visualizaron las discrepancias de la presidenta madrileña con la dirección nacional. O mejor dicho, con Casado y Egea, porque en honor de la verdad hay que indicar que la mayoría de los miembros de la dirección nacional admiten abiertamente que Casado se equivoca al enfrentarse a Ayuso, y así se lo han traslado al presidente… que no ha hecho caso a las sugerencias de que siente las bases para que haya paz y cierre ese capítulo amargo que no trae nada bueno al PP.
En el Gobierno, el caso Garzón ha hecho aun más evidente que la unidad es una entelequia. Hay tensiones entre los miembros de Podemos entre sí, entre los miembros de Podemos y los del PSOE, e incluso diferencias de criterio entre miembros del PSOE o que se consideran "ala PSOE" aunque no pertenezcan al partido, como Robles, Escrivá y Calviño.
En Podemos, las relaciones entre Yolanda Díaz y el dúo Belarra-Montero son corteses, punto. Y algo más que corteses con Alberto Garzón, puesto que pertenecen los dos a Izquierda Unida; pero las declaraciones de la vicepresidenta en apoyo del ministro de Consumo han sido absolutamente convencionales, sin una sola concesión al entusiasmo. Mientras que en las filas socialistas se han sucedido las declaraciones contrarias a Garzón, por lo que dijo -con las consecuencias graves para el sector agrícola y ganadero- y porque demuestran su escasa capacitación para pertenecer a ningún Gobierno. No sabe que su primera responsabilidad es defender los intereses de España. No le ha apoyado ni el presidente del Gobierno.
El clamor generalizado para que Sánchez cese a Garzón ha demostrado también su escasa capacidad de maniobra: ha asumido que no tiene ningún poder sobre los ministros de Podemos, aunque un presidente de Gobierno siempre tiene forma de meter en cintura a sus socios de coalición ante situaciones extremas, como es el caso. Tan extremas que en la semana transcurrida desde las malhadadas declaraciones de Garzón a The Guardian la estimación de voto del PSOE en Castilla y León ha descendido 2 puntos según las encuestas, Sánchez ha sido recibido con abucheos y gritos en Palencia y ha obligado a que se replantee la campaña electoral socialista. El presidente participará en el mitin de cierre y quizá en alguno más, pero sin excesiva presencia. Sus asesores le han advertido que el PSOE no tiene ninguna posibilidad de ganar y le aconsejan que no se implique excesivamente en la campaña para no convertirse en figura corresponsable del fracaso.
Ha hablado con Yolanda Díaz sobre el caso Garzón, pero no le ha planteado la necesidad del cese, probablemente porque sabía que, de hacerlo, la vicepresidenta se negaría y además podría trascender que se lo había pedido y se había negado, dejando en mal lugar a Sánchez como presidente. Sí ha hecho un encargo a Díaz, que coopere en las negociaciones con los independentistas y con Bildu para que apoyen la reforma laboral -reforma negociada por ella con sindicatos y CEOE- para sacarla adelante sin necesidad de aceptar la propuesta de Ciudadanos, que se ha ofrecido a prestarle su apoyo… a cambio de que rompa con los independentistas y Bildu, lo que Sánchez no quiere porque Podemos no quiere.
Son momentos complicados para los dos partidos mayoritarios. No se encuentra ninguno de los dos en la mejor de las situaciones, tampoco ninguno de los dos consiguen atraer el voto de Ciudadanos, partido al que dan por desaparecido en combate pero que aún tiene aliento, y el desencanto de los votantes tradicionales de PSOE y PP está provocando la huida hacia Vox y hacia la abstención.
Tanto a Sánchez como a Casado les va la vida en el resultado de Castilla y León y, en ese sentido, el presidente del PP se encuentra en mejores condiciones que el PSOE. Pero los dos partidos tienen el mismo problema: votantes defraudados por su gestión, peleas internas… y unidad presunta, en absoluto real.
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