Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Pasa la vida
Hay vida estimulante en la urdimbre social de Sevilla, y no sólo plomiza trivialidad. Valgan, como tres botones de muestra, otras tantas iniciativas.
Demasiado solos han estado en su defensa del patrimonio industrial de Sevilla, y gracias a ellos toda la ciudad se beneficiará sine díe de la conservación y reutilización de las tres naves de la histórica Fábrica de Vidrio La Trinidad. Basilio Moreno, al frente de la Asociación Vecinal Retiro Obrero, y Julián Sobrino, profesor de la Hispalense e impulsor de la Fundación Patrimonio Industrial de Andalucía, encabezan al pequeño grupo de entusiastas que han salvaguardado el interés general de la ciudad mejor que los partidos políticos. Democracia a pie de calle. A fuer de tenaces, lo han conseguido y ya no se derribarán para construir pisos. Proponen que las naves sean un centro cívico, un museo sobre la fabricación de vidrio y una escuela de taller. Les animo a apoyarlas o a presentar otras. Ahora es el momento de acrecentar el interés e implicación por un espacio formidable.
El Teatro Lope de Vega acierta de pleno consolidando la celebración, ya por quinto año, del festival internacional de arte y discapacidad Escena Mobile, cuyas representaciones concluyeron ayer y cuyas exposiciones y cursos prosiguen hasta el próximo domingo en la Casa de la Provincia y la Casa de las Sirenas. Esperanza Valderrama, directora del certamen, y todos los organizadores, merecen un aplauso por ayudar a normalizar la capacidad expresiva y la autoestima de los discapacitados, quienes se merecen parabienes más entusiastas por su triunfo sobre el escenario, cada año con más nivel.
Tampoco debe pasar desapercibida la acción, en la barriada de La Bachillera, del colectivo Proyecto Bisagra, coordinado por Eva Toro y Mon Aguilar. Utilizan el arte contemporáneo para reivindicar la identidad y la dignidad de zonas como La Bachillera y de sus gentes, así como para denunciar las desigualdad de oportunidades que sufren. Hermanan a artistas y a vecinos para que los primeros se conviertan en cauces de expresión de lo que piensa y siente el barrio. Esa fraternidad hace falta a raudales por toda la ciudad. Es enorme el desconocimiento que los ciudadanos de cada barrio tienen sobre la vida de los otros. Las sinergias podrían ser formidables, y contribuirían a derribar muchos muros de indiferencia, miedo o incomprensión, que de todo hay.
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