El Triangulito

¿Permitirían un abandono similar en el mismísimo centro de la ciudad? La respuesta es evidente

2029, algo más que un centenario

Imagen de Catalana de Gas.
Imagen de Catalana de Gas. / DS

01 de junio 2024 - 00:01

POR no tener no tiene ni nombre. Y eso es extraño en una ciudad donde se trocean las rúas para dar cabida a la interminable lista de próceres, capataces y políticos egregios pendientes de recibir los honores del callejero. Digamos que es el estuario que forma la calle Bogotá antes de desembocar en la Avenida de Bueno Monreal, una plaza estilo 92, construida cuando se urbanizó la zona de Catalana de Gas. A la izquierda de su cauce está flanqueada por una catedral industrial diseñada por Aníbal González, con pellizcos mudéjares, góticos y manchesterianos, y hoy convertida en macrogimnasio. A este edificio, Javier Buzón, vecino del barrio, le ha dedicado uno de los nocturnos más hermosos que se han pintado sobre Sevilla. A la derecha, pisos con setos donde, a veces, posan las aves que a las marismas van. Aunque es una plaza con vocación de dura, la existencia de algunos árboles de prestancia la humanizan. Hay un par de eucaliptos gigantes, tres pinos de oro que por mayo se encienden, una higuera resiliente que resucitó después de que el calor la reventara el pasado verano, una jacaranda adolescente y furtiva, una línea de cinamomos frondosos y aromáticos. Creo recordar que también un lentisco del Perú (al que algunos llaman falso pimentero, como si el árbol tuviese la culpa de nuestra falta de imaginación a la hora de poner nombres). Como mobiliario, apenas unos bancos de obra que normalmente están ocupados por gorrillas africanos que prestan sus servicios por la zona, currantes a la hora del bocadillo, bebedores velazqueños de botellón, jubilados matutinos, novietes besucones y dueños de perros que hablan de sus cosas. Por su forma geométrica la suelen llamar “el Triangulito”, aunque el otro día escuché a una señora decir por teléfono que estaba “en la plaza sucia que está al lado del gimnasio”. Porque lo cierto es que a estas latitudes no ha llegado la revolución de Lipasam que prometió Sanz y un envase de biofrutas puede permanecer rodando por el firme durante dos o tres días para regocijo de los canes con vocación de futbolistas. Cierto es que los principales culpables son los marranos que no se toman la molestia de llevar sus residuos hasta las tres papeleras que adornan sus costados.

El Triangulito tiene muchas posibilidades. Habría que potenciar sus aciertos y minimizar sus errores; quitarle dureza y darle más frondosidad; vallarla para que los niños pudiesen jugar con seguridad; limpiarla más a menudo... Simplemente tomarse en serio los barrios, el lugar donde vive la inmensa mayoría de los ciudadanos. ¿Permitirían un abandono similar en el mismísimo centro de la ciudad? La respuesta es evidente.

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