La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
las dos orillas
FUE interesante ver al ministro de Fomento, José Blanco, y al presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, inaugurando el nuevo servicio de trenes al aeropuerto de Jerez. Al margen de que el tren tarda una hora desde Cádiz al aeropuerto jerezano (más tiempo que el AVE de Sevilla a Córdoba en menos de la mitad de kilómetros), es un avance. Jerez y Málaga son los únicos aeropuertos andaluces a los que llega el tren. Por el contrario, el aeropuerto de Sevilla, capital de Andalucía, no tiene esa suerte. En realidad, tiene malísima suerte y unas condiciones tercermundistas para el acceso en transporte público.
Lo normal, en una ciudad moderna europea, es que los aeropuertos estén conectados con los centros urbanos mediante tren o Metro. En Sevilla, lo normal hubiera sido que el tren llegara al aeropuerto en 1992, cuando la Expo. Otra normalidad hubiera sido que la línea 1 del Metro se desdoblara desde la Gran Plaza, con un ramal hacia los Quintos requintos de Montequinto y otro hacia la zona de los polígonos del este, el Palacio de Congresos y el propio aeropuerto, para que en el futuro enlazara con la línea 2.
No fue posible. En las infraestructuras, Sevilla sigue cumpliendo la penitencia que le impusieron por la Expo 92. Eso de tener el primer AVE de España entre Madrid y Sevilla, por culpa de que era presidente del Gobierno el sevillano Felipe González, es un pecado muy grave que todavía no se ha perdonado. A seguir rezando avemarías… También se puede pensar que el AVE va de Sevilla a Madrid, que es donde más se gastan en infraestructuras y mejor las tienen, sin contar el déficit público que le ha supuesto a Ruiz-Gallardón y compañía, con la excusa de los Juegos Olímpicos, con el mismo rollo que perdió Sevilla. En Madrid no sólo se puede ir en Metro al aeropuerto de Barajas, sino a ver al Rayo Vallecano, el Getafe y el Alcorcón.
En Sevilla se oyen los lamentos por la ampliación/paralización del Palacio de Congresos y Exposiciones de Fibes, que dejará a la ciudad sin importantes eventos. Al ex alcalde Monteseirín le achacan que no ha dejado un euro en caja, y además que todo está como desarreglado y en desorden. Al alcalde Zoido se le ve últimamente con cara apenada, no de penas de San Vicente ni de San Roque ni de San Jacinto, sino de las penas de la Plaza Nueva, que son peores. Pues lo peor no es sólo ese estancamiento del Palacio de Congresos, sino que Sevilla, ciudad antigua por su historia, se nos hace también una ciudad obsoleta y desfasada por sus carencias elementales.
Estamos ante un problema de objetivos, de muchos años perdidos. No se soluciona sólo con un catálogo de quejas, ni con ver cómo los trenes pasan de largo y se paran en otros aeropuertos.
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