¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El espectro de Paulina Crusat
Uno no comprende dos cosas del PP. ¿Por qué no convoca ya elecciones el presidente Moreno ("Llamadme Juanma") en Andalucía si Narciso Michavila, prestigioso Panoramix de referencia de la derecha española, le atribuye casi la mayoría absoluta? ¿Y por qué el PP de Madrid se pega el tiro en el pie si tiene un alcalde solvente, una presidenta autonómica que barre en niveles de popularidad y un presidente nacional que alcanza el 30% de apoyo electoral en las encuestas tras haber estado anclado apenas en un 20%? No puede ser que España siga carente de un gran líder de la derecha española desde tiempos de Cánovas del Castillo, malagueño de pro. España necesita un PSOE fuerte, libre del travoltiano Sánchez, como necesita un PP sólido, centrado, con capacidad de crecimiento hacia la derecha y con aspiración de sumar en los caladeros de la socialdemocracia. Pero uno aprecia una marejada en la capital que no lo calma un cocido de Lhardy, negocio que por fortuna ha salvado del cierre esa compañía que tiene un nombre precioso: Pescaderías Coruñesas. Miguel Ángel Rodríguez, aquel portavoz del Gobierno de Aznar conocido por todos como MAR, se ha empeñado en elevar a Isabel Díaz Ayuso con demasiada rapidez, con demasiada intensidad y, sobre todo, con demasiada obsesión.
Es cierto que MAR no conoce término medio. Es excesivo en todo lo que hace. Muy intenso. Tiene prisa en aprovechar el momento de Ayuso, aquella colaboradora de Aguirre por la que Casado apostó cuando nadie lo hacía. Ayuso tiene todo el mérito del mundo porque aguantó carros y carretas de la supremacía moral de la izquierda tanto intelectual como gamberra. Pero haría mal en tener prisas al dejarse llevar por quien paladeó esa conjunción de poder orgánico y monclovita a finales de los 90. La historia reciente enseña que la ambición imprudente y los aires de grandeza conducen al fracaso y a la melancolía. Baste recordar cierta boda en El Escorial y las patas encima de una mesa, por no salirnos del círculo de la derecha. Sean humildes en Madrid, dejen trabajar a Casado, fortalecido en los sondeos tras las experiencias de Murcia, Castilla-León y Madrid. Aznar no tuvo unos precedentes especialmente mejores que Pablo, quizás por eso MAR tiene prisas. Y dejen a Ayuso gestionar Madrid.
De los doce años que estuvo Esperanza Aguirre de presidenta del partido, cuatro los ejerció sin ser presidenta de la Comunidad . Porque dos años lo fue Ignacio González (ojú) y los otros dos la rehabilitada Cifuentes. MAR, sé paciente. Si ya lo dice un socialista andaluz de prestigio como Pepote Rodríguez de la Borbolla: "Un cuarto de hora en política es una eternidad, padre". Tranquilo, MAR, tranquilo. No seas cizañero.
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