La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Sevilla/Los sevillanos no cabemos en nuestro orgullo desde que el alcalde se ha ido a Pekín a promocionar la ciudad. El señor Sanz ha emprendido su particular ruta de la especias, pero este caso no para encontrar lo que no tenemos (las especias)sino para que no nos falte aquello que nos desborda, nos trae muchas veces por la calle de la Amargura (dos pasos) y nos invade (los turistas). Pero, ay, es de lo que comemos. Los sevillanos estamos más pesados con nuestro alcalde que un padre madrileño pretencioso que te da la barrila en las cenas de verano. “Este curso mando a mi hijo a Gales”. El niño acumula calabazas en los colegios españoles, pero en realidad se trata de camuflar que el vástago es un manta y de paso tratar de convertir la necesidad en narcisista virtud. El sevillano este año ha podido defenderse:“Pues nosotros hemos mandado al alcalde a Pekín y nos ha prometido que traerá más chinos para que hagan cola en la Catedral, el Alcázar y la Casa de Pilatos”.
Ha llegado Sanz a Pekín en vaqueros, que ya podía haberse puesto... los chinos, pantalón oficial del peperío. Se ha bajado del avión y ya estaban los chinos la mar de contentos, porque ha hecho como el ex alcalde Juan Espadas: hablar en chino. Para ser buen rociero primero hay que ser cristiano, cantaban los Amigos de Gines. Pues para ser buen alcalde de Sevilla primero hay que ir a Pekín. Y este alcalde, reconvertido en Oche-Lui Chan, no ha esperado ni a que pasen los cien primeros día en el cargo. ¡Hala, a Pekín cuanto antes con Juan Bueno, que hay que sacarlo de Zahara, y con el comandante Antonio Castaño! En sólo dos meses con este alcalde podemos beber cerveza en las puertas de los bares, disfrutar de los veladores del Covid prorrogados hasta febrero y contemplar tropecientas fotos de barrenderos limpiando las calles para generar con habilidad la sensación de frenética actividad. Sumen colocaciones para todos los gustos y un rejonazo gratuito al Festival de Cine.
Pero no pasa nada, la evolución de Oseluí Sanz a Oche-Lui Chan nos garantiza las especias del turismo. Es un placer presumir de alcalde viajero ante tantos papanatas capitalinos, más pesados con los periplos académicos de sus descendientes que un notario presumiendo de casoplón en Sotogrande o Vistahermosa. Anuncia además el gran Oche-Lui que los chinos vendrán a Sevilla atraídos no solo por la Giralda y el flamenco, sino por la industria aeronáutica. Se sortean dos entradas para Isla Mágica entre los que avisten a un chino con interés en visitar la fábrica de Airbus. Qué arte mi Oche-Lui tomando a algún chino por Chu-Fla. Más LipaSanz y menos... Chan .
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