La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Pantalla táctil
SER reportero no es tarea fácil. Al final lo de menos son las horas que tienen que pasar en la calle buscando noticias o haciendo guarda esperando a que alguien aparezca y en muchas ocasiones sin conseguir ningún resultado. Lo peor son las estupideces que les hacen hacer y con las que consiguen quedar en ridículo ante todo el que les esté viendo. Da igual el tema a tratar. En todo tipo de noticias y reportajes hay una excusa para que el periodista se ponga a hacer tonterías. La información meteorológica se lleva la palma. Sin ir más lejos la semana pasada en varias noticias sobre las altas temperaturas los protagonistas terminaron siendo los reporteros y no el calor. En una de ellas, emitida en Canal Sur, la chica se quitaba la ropa, se quedaba en bikini y se metía en el agua. En otra un joven micrófono en mano se lanzaba por un tobogán de un parque acuático. Al menos se refrescaron, pero hubiese sido suficiente con varios planos de los ciudadanos en playas, piscinas o parques disfrutando del verano y que ellos se limitasen a informar. Lo mismo ocurre cuando hace frío, llueve o nieva. No hace falta que las cadenas pongan a sus informadores bajo la lluvia o la nieve sin paraguas o que les obliguen a abrigarse hasta límites insospechados en plena noche para contarnos cómo de bajas son las temperaturas. Lo que provocan es que nos conmuevan a todos con sus caras casi congeladas. Es importante trasladarse al lugar de los hechos para verificar lo que está ocurriendo y demostrarlo, pero con que nos muestren unas imágenes y la voz en off relate lo que pasa es suficiente. Nos lo creeremos igualmente.
La información deportiva también es muy arriesgada en algunas ocasiones. Informar sobre la victoria o derrota de un equipo tras un partido de fútbol fuera de un estadio puede ser peligroso. El periodista se rodea de aficionados del club y a partir de ahí ya no controla nada. Los gritos, los llantos, las risas y los empujones complican la tarea del reportero que alguna vez hasta pierde el micrófono. Las fiestas es otro de los temas más temidos a la hora de repartir los temas. A quien le toque cubrir festividades como San Fermín debe ser consciente de que volverá a casa bañado en calimotxo o cerveza, con la ropa para tirar a la basura y el pelo más que pringoso.
Lo peor de todo es que cubrir las noticias de la calle es una profesión de riesgo. Las agresiones a los reporteros están a la orden del día. Cuando los famosos son perseguidos en más de una ocasión reaccionan dando patadas o empujones a quienes les graban y hacen preguntas porque no les queda más remedio que hacerlo si quieren ganarse el pan. Cuando los jefes mandan a los periodistas a cubrir noticias en barrios conflictivos es fácil que los trabajadores vuelvan con alguna lesión. Qué poco valorada está una de las profesiones más bonitas a la que muchos convierten en una de las peores.
También te puede interesar
Lo último
Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)