Tómense Sevilla en serio

Sevilla todavía no ha pensado en lo que quiere ser para lo que resta de siglo XXI

18 de junio 2024 - 00:00

En sus últimas intervenciones públicas, el alcalde José Luis Sanz ha deslizado una idea que, bien llevada, puede ser útil e interesante. Dentro de cinco años, en 2029, se cumple el primer centenario de la Exposición Iberoamericana que, con sus luces y sus sombras, puso a Sevilla en el siglo XX. Aparte de los actos que se hagan para marcar el centenario, la conmemoración es una magnífica oportunidad para iniciar desde ya una reflexión sobre lo que quiere ser esta ciudad en lo que resta de siglo XXI y de los retos que tiene que superar para conseguirlo. No puede ser una reflexión desde la política, o sólo desde la política. Tiene que ser también económica, social y ciudadana. Debería constituir un intento de tomarse Sevilla en serio. Porque el gran problema de la ciudad es precisamente ese: que nadie parece estar pensando en lo que tiene que ser dentro de diez, veinte o treinta años. Ni tan siquiera parece que se planteen horizontes más inmediatos. Hay una especie de parálisis política y social. Sevilla se mueve por inercia y las culpas no sólo hay que buscarlas en el Ayuntamiento, la Junta o el Gobierno. Cerca tenemos ejemplos de ciudades, Málaga es el caso recurrente, pero hay otras muchas en el conjunto de España, que en su momento se sacudieron la modorra y tiraron para delante.

A Sevilla se la ve falta de dinamismo y pasiva ante los condicionantes que ella misma se crea y los que se le imponen desde fuera. El de las infraestructuras es quizás el más visible pero sólo es uno de ellos. El retraso infinito de la red completa de Metro, la broma pesada de la SE-40, la falta de conexión entre la ciudad y el aeropuerto o la falta de inversión en los barrios más miserables de España marcan la foto fija de una ciudad de más de millón y medio de personas, entre la capital y el área metropolitana, capaz de tragar con carros y carretas, instalada en un permanente conformismo. Desde la Exposición Universal de 1992 Sevilla no es tratada como debería y tampoco parece que haya habido por ello grandes convulsiones ciudadanas, más bien todo lo contrario.

A lo largo del siglo XX fueron las dos grandes muestras que se le concedieron a la ciudad, 1929 y 1992, las que impulsaron su desarrollo y transformaron su tejido urbano. Entre una y otra, una larga decadencia marcada por la república y la Guerra Civil. Y después de la última, muy poco que anotar más allá de algunos éxitos empresariales notorios y el impulso que ha supuesto el parque tecnológico de Cartuja.

Desde este punto de partida es mucho lo que cabe reflexionar. 2029 es una buena meta volante para dejar atrás inercias y empezar a construir. Esta vez no parece que la salvación vaya a venir por otro certamen que ponga la ciudad en el mapa. Los tiempos son otros. Por todo ello, la reflexión del alcalde no debe caer en saco roto. Se trata, ni más ni menos, que de tomarse Sevilla en serio.

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