La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Nadie olvide cuánto se ha perpetrado por mantener un sillón: desde el manoseo del lenguaje hasta el malabarismo jurídico de una amnistía que se pasa la Constitución y la separación de poderes por el arco del triunfo. Solo hay algo más importante que el dinero. Es el poder. Una droga que enloquece, engancha, hace perder los papeles y hasta la dignidad. El poder se disfraza como un Mortadelo de bajo coste cuando su titular trata de hacernos ver que se normaliza una situación, se soluciona un conflicto y se garantiza la convivencia. No se logra la paz, se compra. Y además con un obsolescencia programada. No se resuelve nada. El nacionalismo insaciable retorna a la casilla de salida, que no es lo mismo.
El enviado socialista Santos Cerdán parece un viejo ministro ochentero de la antigua RDA con esas cortinas de fondo. Todo vintage. Nos conocemos todos suficientemente para tener claro quiénes son los unos y los otros. Sánchez sigue durmiendo en la Moncloa, único y principal objetivo. Y Puigdemont volverá bajo un palio sostenido con entusiasmo por quienes estaban llamados a traerlo a España para ponerlo delante del juez. Sánchez tiene el ego de una catedral gótica al que no le falta un gárgola de vanidad. Se ha puesto por encima del partido, de la nación y hasta de sí mismo, porque sus mentiras han sido evidentes. Pero todo eso está amortizado o, como se dice ahora con fervor, está normalizado. El presidente sabe que el personal, en el fondo, es poco amigo de los problemas. La España pusilánime es en realidad una mayoría silenciosa que prefiere “pasar página” y mirar hacia adelante al precio que sea, aunque sepamos que nos encontraremos con la misma situación o peor más pronto que tarde.
Pedimos perdón a los delincuentes, nos quedamos en evidencia, lo cedemos todo y nos tragamos las palabras con tal de que un señor se quede en el poder y el otro resulte impune. No hay más. Todo, absolutamente todo, queda supeditado a la ambición personal de un señor al que solo importa perpetuarse en el cargo. Y no faltarán quienes lo adoren como un vellocino de oro porque, efectivamente, ha conseguido ese objetivo. Hoy se admira al hábil, ocurrente, listo y rápido mucho más que al inteligente, estudioso, paciente y constante. Sánchez es un producto perfecto de su tiempo. ¡Hasta ha cedido con el nombramiento de un mediador internacional! Hala, a seguir dialogando, cediendo y perdiendo los papeles. Puigdemont, un hombre de paz. Que le preparen el Toisón de Oro. Todo pasa por hablar. Perdón, por dialogar. Al menos dejaremos de sufrir con esas reuniones en Bruselas donde algunos señores lucen un calzado que hiere los sentidos.
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