La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Sevilla/Hay expresiones del lenguaje que creíamos desterradas que resucitan gracias a la Feria, fiesta laica sin pregoneros, pero rica, riquísima, en el acervo popular. Decimos que una conversación telefónica termina cuando alguien cuelga, pero colgar, lo que se dice colgar el auricular, nadie lo hace ya, salvo apretar el botón del teléfono móvil. Llamamos puestas de largo o pedidas de mano a lo que no lo son. Pero mantenemos expresiones que pueden ser hasta bonitas, pero hace tiempo que la realidad y la semántica se distanciaron. El otro día leímos en el servicio de una caseta un letrero absolutamente genial: “No tirar fuerte de la cadena”. ¿Y quién tira ya de la cadena? Todo son pulsadores, tantas veces averiados, que te ofrecen dos opciones: una generosa con un chorro de agua a presión que, dadas las advertencias, debe quedarse Melonares sin reservas si usted aprieta el botoncito, y otra que te deja menos inquieto porque solo gasta la mitad del tanque. Pues sí, la cisterna era de las de tirar literalmente de la cadena, de las de los años ochenta y noventa.
Una caseta de Feria con un urinario vintage. Cisternas con cadena debió haber en la Feria del Prado, en los tiempos en que los hijos de los alcaldes no perdían la titularidad de las casetas, no como ahora... Da gusto tirar de la cadena y retornar a esa Sevilla en blanco y negro, esa ciudad de Cita en Sevilla, Ecovol, autobuses blancos, azules y con una franja roja estacionados en la misma Plaza Nueva; taxis amarillos y negros, la estación de buses en el Prado, el aeropuerto pequeño y la salida a Extremadura por la Cuesta de la Media Fanega. Tiras de la cadena y aparece la ciudad de Sevillana de Electricidad, de casada Endesa; la tienda de discos Sevilla Rock, la hamburguesería Dulio, el cine Alameda y las Ferias de la muñeca chochona.
Esta Feria se sigue tirando de la cadena. No todo se perdió en la mudanza del real del Prado, del que sacaron los adoquines de Gerena para su colocación en el real de los Remedios, como nos cuenta el historiador Álvaro Pastor en el texto que estos días presenta con brillantez y rigor la exposición de fotografías de la calle Asunción. En la Feria hay casetas con la refrigeración a 17 grados para que los clientes tengan una corriente de aire frío y otras con urinarios con cadena. La vida misma, una fotografía bien enfocada de la sociedad actual. Han pasado 50 años de un traslado, pero hay cosas que no han cambiado. Los drones sobrevuelan el real. Pero hay retretes que se quedan inutilizados si se tira fuerte de la cadena... Y hace 50 años el fontanero acudía antes a la llamada. Seguro.
También te puede interesar
Lo último