Tiempo a Beethoven

No entendía que se perdonara a quienes habían utilizado fondos públicos para incumplir la Ley y malversarlos

14 de junio 2024 - 01:00

Con el paso del tiempo, aquel viejo cansado de casi todo menos de hacerse preguntas, comenzó a darse cuenta de que nadie le pedía respuestas; y que pese a las muchas lecturas que acumulaba, la curiosidad y el aprendizaje, más que certezas, sólo le habían aportado dudas sofisticadas y un talante escéptico, que para los menos ilustrados aparentaba ser síntoma de cultura.

Cada vez menos ingenuo, la actualidad le desconcertaba y le resultaba difícil sentirse cómodo con el mundo en el que vivía. Se preguntaba, por ejemplo, el por qué no se diferenciaba, que una cosa es el antisemitismo que se trata de racismo puro y duro, y otra, muy diferente, el anti-sionismo, que se basa en oponerse a las políticas colonialistas de Israel. Creía que criticar la actuación israelí en los territorios ocupados no significaba ser judeofóbico y se preguntaba qué tenía de progresista reconocer a Palestina, cuando sus dirigentes principales mantienen su objetivo de regirla bajo la Ley de la Sharia.

Aborrecía la amnistía para quienes conscientemente habían engañado con falsas promesas a muchos catalanes y a los españoles les habían intentado hurtar lo que era suyo. No entendía que se perdonara a quienes habían utilizado fondos públicos, para incumplir la Ley y malversarlos con residencias pagadas en el extranjero. Pero le asombraba la ausencia absoluta de alternativa, de un plan que pudiera ilusionar tanto a españoles, como catalanes, con la posibilidad de poder ser ambas cosas, en vez de una sola. Menos comprensible aún le resultaba la falta de memoria de los vascos que habían convertido en demócratas a Bildu, un partido que seguía sin condenar el asesinato por la espalda de quienes no pensaban como ellos. Pero también se cuestionaba por qué quienes durante años pedían a los violentos que defendieran sus ideas en los parlamentos y no con bombas, les criticaban ahora que lo hacían.

Se interrogaba sobre por qué a la izquierda le resultaba suficiente con sentirse superior a los seguidores de Trump, Le Pen , Meloni o Vox , y sin embargo era incapaz de detener su avance . Veía con estupefacción que cuatro años después del comienzo de la presidencia de Binden, los progresistas de la primera potencia democrática tuvieran a un anciano como única alternativa al caos, al tiempo que muchos estadounidenses daban su apoyo a alguien condenado y de dudosa moralidad. Ahora el ruido lo invade todo. Quizás, concluyó, ha llegado el momento de dedicarle tiempo a Beethoven.

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