¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Aterrorizados en Kabul tras el abandono del primer mundo por algo que es mucho más que una amenaza, la presencia de los talibanes. Talibanes que han visto que todo el monte es orégano tras la retirada de la Yanquilandia progresista y que van a poner aquello como a ellos gusta. Pero el talibanismo no es propiedad exclusiva de Afganistán, sino que lo padecemos en gran medida en el mundo que pasa por civilizado. Talibanismo es meterle fuego a una glorieta del Parque, talibanismo es destrozar cada noche un poquito de Plaza de España o algo del magnífico monumento a Bécquer junto a La Raza. Como talibanismo es pintarrajear la fachada recién enlucida, la persiana de un comercio o el Studebaker de Tetuán tantas veces restaurado. No llega a lo de Kabul, claro que no, pero reconozcamos que del talibanismo no estamos libres en rincón alguno del mundo.
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