La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Hace de eso veintiún años ya, pero llevo grabada en el alma la amanecida del Día de la Constitución de 1998. Nunca un despertar tan doloroso como aquel frío y soleado domingo de diciembre con una noticia que no por esperada iba a dejarme indemnes los adentros. Han pasado los años y en éste se repetía la faena para que ya los dos estén juntos, seguro estoy que en primera fila de ese Cielo en que creemos los católicos. Veintiún años del adiós de la mejor persona que conocí, que para eso fue el que ayudó a darme la vida. Pasan los años y la huella se hace más indeleble por muy vertiginoso que discurra el tiempo ya con vistas a ir acercándonos nuevamente. Siempre en este día en que cumple años esa Carta Magna tan maltratada por el vigente mandarinato, el recuerdo se me va a una habitación del Pabellón Vasco y no tengo otra que echarme a llorar amargamente.
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