Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
El alcalde se sacó un conejo de la chistera el primero de diciembre: el nombramiento de Manuel Carrasco como hijo adoptivo. El título será entregado el próximo 30 de mayo, festividad de un San Fernando que el Ayuntamiento tiene más orillado que los polvorones de limón y coco en los días que vienen... Seis meses antes está nuestro dilecto alcalde repartiendo títulos honoríficos. ¿La razón de la concesión? Que el cantante batió un récord de público al congregar a casi 75.000 espectadores en un concierto en el Estadio de la Cartuja. Dice Sanz que Carrasco, nacido en 1981, se emociona cuando pronuncia el nombre de la ciudad. Todos los políticos buscan los mensajes basados en la emoción y hacer alianzas con personajes populares: artistas, deportistas, toreros... Nada nuevo bajo el agradable sol de estos últimos mediodías de otoño. Sea Carrasco honrado con todo merecimiento y sépalo todo el mundo desde un semestre antes, como los recibos del IBI. Y busque también el alcalde honrar a quienes en buena medida han hecho posible la evolución y el progreso de Sevilla, esos personajes de los que al morir se dice que se fueron sin la medalla de la ciudad por la que trabajaron. A lo mejor no aportan brillo al dirigente de turno, pero sí se lo han aportado a la ciudad. Y muchos son hasta de aquí. ¿Alguien en el Ayuntamiento tiene idea de quién hizo posible la Catedral de Sevilla que ha llegado a nuestros días, bien conservada, que se autofinancia y que es un ejemplo de puertas abiertas al público? ¿Acaso el templo metropolitano no bate récords de visitantes que acuden a la ciudad para contemplar su grandeza? Tienen ahí vivo y en plena lucidez a don Alfonso Jiménez, el arquitecto que tiene el título de maestro mayor honorario. Suyo es el modelo de la Catedral de gestión moderna que forjó junto al cardenal Amigo y el recordado Francisco Navarro. Han sido décadas de trabajo en beneficio, al fin, de toda una ciudad.
Se me ocurre Jiménez, pero hay más, muchos más que engrandecerían y prestigiarían la medalla. ¿Y don Ignacio Medina? ¿Quién se ha preocupado más por el patrimonio histórico en 40 años con tanto tacto y esmero? Si no es por el duque de Segorbe nos quedamos sin muchos modelos de casas históricas en tiempos de atentados urbanísticos. Y quizás lo mejor sea la enseñanza sobre cómo restaurar, cómo conservar y cómo hacer rentable el patrimonio. Seamos finos con los honores, trabajemos bien los nombres. Tiempo hay. La ciudad merece el máximo cuidado en todo. El que busca halla, incluso buenos polvorones de limón y coco. Escrito está.
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