La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Las personas con las que comentamos este verano que éramos de Sevilla elogiaron nuestra ciudad. A decir verdad, todos eran de fuera de Andalucía. Otro día reflexionaremos sobre eso. Esto ha coincidido con una información publicada en un medio digital de viajes sobre las mejores ciudades del mundo para vivir. Analizando parámetros como la calidad de vida, salarios, clima y actividades del lugar han elaborado una lista de las 20 mejores ciudades del mundo para vivir, que parece muy exigente. Sevilla ocupa el quinto lugar entre las seleccionadas, en las que figuran ciudades de todo el mundo y en concreto las europeas Amberes, Split, Budapest, Reikiavik, Brno, Basilea, Coimbra, Linz y Lyon.
Podemos pensar que quizás nos falta distancia para saber si la ciudad merece estos elogios, aparte de los sentimientos que cada uno guarda. He preguntado a un sevillano que ha vuelto a la ciudad después de diez años ausente, si le parece que Sevilla ha mejorado o empeorado en este tiempo y en qué aspectos. Lo primero que ha comentado, porque le ha llamado la atención, son las citas previas para todo y las mesas reservadas en bares y restaurantes. Le parece un cambio cultural apreciable. Por otra parte, nota más actividad en el centro, aunque también se ha dado cuenta que cada vez es un lugar al que muchos sevillanos no tenemos que ir para casi nada en nuestro día a día, ni por ocio ni por negocio. Y esto le parece llamativo, ya que siempre había vivido en el casco histórico antes de irse y no era esa vida la que recordaba. La Plaza de la Magdalena le ha gustado, le parece que está mejor que la recordaba, con puestos de mercadillo y autobuses. Pero pregunta por las paradas de autobuses, ¿dónde están? En Marqués de Paradas, el Duque, Campana y el tranvía de la Plaza Nueva. Pone en duda que se pueda seguir peatonalizando y alejando el transporte del centro comercial sin una parada de Metro en el interior del casco histórico, en la Encarnación, por ejemplo, para facilitar la accesibilidad desde los puntos más lejanos al corazón de la ciudad.
Que los barrios sean casi autosuficientes es un gran avance y le gusta cómo han crecido los árboles en Los Bermejales, pero no entiende que todavía la Fábrica de Artillería no se pueda visitar al menos parcialmente, y que los edificios militares vacantes de enfrente en Eduardo Dato sigan sin uso. Del Mercado de la Puerta de la Carne, sin comentarios. En eso Sevilla no ha cambiado.
Acostumbrado a los centros comerciales de la ciudad donde reside, tipo plazas cubiertas, con grandes tiendas y espacios de ocio, ha visitado Lagoh y le ha parecido que está bien, a la altura de los mejores. Irónicamente ha comentado cuántos sevillanos comprarán ahora en la confitería La Campana que está allí y cuántos irán al local original, con sus nazarenos en el escaparate, porque el centro ya no es imprescindible para los sevillanos y la pandemia lo ha puesto aún más de manifiesto, salvo para la Semana Santa y ya veremos.
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