La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Fue en el Coliseo, el 22 de mayo de 1952, donde se conocieron los sevillanos y Doris Day en Romanza en alta mar. Los presentó el director Michael Curtiz y los testigos fueron Jack Carson y las grandes estrellas del musical Janis Paige -estupenda cantante- y Oscar Levant -pianista, compositor, cantante y actor-, porque se trataba de un musical en el que, tras dos intentos menores, debutaba con un papel importante, aunque secundario, esta entonces joven cantante que se había hecho una reputación actuando desde 1939 con las grandes bandas de swing.
En marzo de 1954 llegó al Pathé A la luz de la luna de Roy del Ruth, en la que hacía pareja con Gordon MacRae, y en octubre de 1956 Abril en París de David Butler al Imperial. Pese a su abultada filmografía -a esas alturas ya había rodado 20 películas-, en nuestras pantallas las suyas se administraban con cuentagotas. Cuatro años más tarde, en las Navidades de 1959, se estrenó en el Llorens Enséñame a querer de George Seaton, en la que hacía pareja con Clark Gable. Por fin, y con un siempre incompresible retraso de cuatro años, en octubre de 1960, llegó El hombre que sabía demasiado de Hitchcock -y con ella la canción Qué será, será- al Imperial.
El mes del boom Doris Day en Sevilla será diciembre de ese mismo año 60, en el que se estrenaron el drama de suspense El diabólico señor Benton en el Llorens, con Louis Jourdan haciéndole perrerías a Doris; la divertidísima No os comáis las margaritas en el Imperial, con el gran David Niven; y por fin Confidencias a medianoche, la película cuyo éxito hizo que en la ceremonia de los Globos de Oro se declarara a Doris Day y a Rock Hudson la pareja artística favorita del mundo. La comedia que divertirá a toda Sevilla, decía la publicidad. No mentía. En la España americana llena de cafeterías que se llamaban Arizona, Nevada, Nebraska o California, de la visita de Eisenhower en el 59 y del Plan de Estabilización de López Rodó, que salía por fin de las hambrunas, Doris Day puso el rostro más amable al sueño americano, hasta el punto de convertirse en su icono más popular.
Descanse en paz quien tanta felicidad en tecnicolor dio a millones de espectadores y a miles de sevillanos que la vieron -la vimos: recuerdo que mi madre, hitchcockiana furibunda, me llevó a ver El hombre que sabía demasiado en el Imperial- en cines que aún eran palacios del sueño.
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