¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Estamos directamente en contacto con el principal foco de infección, que son las redes y los medios de comunicación más sensacionalistas, depreciados y vocingleros. La calma no es rentable. Es la peste del miedo. En el momento en que les escribo, hay confirmado en Sevilla el primer caso en España de contagio local por coronavirus, así como miles de infectados en todo el país por larvas de pánico. El lío que montó la ciudadana china la otra noche en Alcalá de Guadaira; que quienes realmente necesitan mascarillas, por alergias o afecciones respiratorias, tengan serios problemas para encontrarlas en las farmacias de la ciudad, o que los manteros de mi barrio despachen desde hace días desinfectantes de manos, da cuenta del estado de cierta paraonia que va más allá de la sana cautela. Por supuesto, este ambiente no se da sólo ni mayormente en Sevilla, pero mi reflexión sí que mira hoy hacia nuestra comunidad y hacia nuestros medios de comunicación.
La expansión del coronavirus es un fenómeno prácticamente global que interesa de forma especial en lo local. Dicho de otro modo, las gentes de Sevilla, como las de cualquier otro lugar del mundo, estaremos especialmente atentas a las novedades y recomendaciones que se produzcan en nuestro entorno, ya que pueden afectarnos directamente. Es aquí donde los medios de comunicación de ámbito local y regional, y quienes colaboramos en ellos, tenemos una enorme responsabilidad. Como ciudadana, de nada bueno me valen tertulianos angustiados ni reporteros televisivos apuntados por folclore a la mascarada de las mascarillas. Me valdría igual de poco abrir cada mañana la web de los periódicos de Sevilla y encontrar preferentemente los temas fijos de la ciudad, que entrar y ver al coronavirus tragándose el resto de asuntos de la actualidad de Sevilla. Como columnista de este su diario, o como colaboradora en Canal Sur Radio, mi deber estricto es no alentar la psicosis ni tampoco restarle importancia al asunto. Ante los bulos, las cadenas de Whatsapp y demás ratas inoculan la peste del miedo, los medios de comunicación de Sevilla tienen en esta hora la misión, la ocasión y la obligación de ser referentes para su sociedad.
Sin chovinismos y fueraparte (viva esta reiteración-contracción popular): el sabio pueblo de Sevilla lleva a gala dos rasgos que por siglos lo han alejado de ser sólo masa. Uno es la capacidad de proceder con armonía y hermandad en lo aparentemente confuso y mogollónico; la otra es su manera de aliviar lo grave para sobrellevarlo mejor. En estos tiempos raros, no sería mala idea sacar lo mejor de nos, y no inocular ni consentir que nos inoculen la jindama, esa peste, la más paralizante y manipuladora de todas las pandemias.
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