La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Puntadas con hilo
El Ayuntamiento de Sevilla ejecuta actualmente, en solitario o en colaboración con otras instituciones, un total de 17 proyectos que cuentan con ayudas europeas por más de 170 millones de euros. Los fondos europeos de nombres imposibles se han convertido en los últimos años en un salvavidas para planes de inserción sociolaboral, para climatizar colegios y mercados, transformar avenidas o encender luces en edificios en desuso.
La necesidad de captar este dinero de Bruselas es algo que ya vio claro Juan Ignacio Zoido, pero su fugaz mandato se le escapó sin más gloria. Luego llegó Juan Espadas y traía los deberes hechos. El hoy alcalde ya tenía vida en Europa de la mano del potente lobby medioambiental que existe en la capital europea. Y a ese perfil, que cultivó durante sus años en la Junta de Andalucía, se unió su nueva faceta, la municipalista, con un resultado esperanzador para Sevilla, cuya postura en Bruselas se traduce en millones de euros en ayudas.
Estas lluvias de subvenciones no tienen más misterio que la estrategia que el socialista ha ido tejiendo en un intenso periplo por Bruselas que la oposición no se ha atrevido a afearle. La FEMP nombró en el anterior mandato a Espadas presidente de la Red Española de Ciudades por el Clima. Él se lo había trabajado consciente de que esa plataforma es hoy el principal brazo ejecutor de las políticas urbanas municipalistas y una excelente llave para estar en Europa, donde no sólo se deciden políticas, sino sobre todo los fondos para hacerlas. No paró de pelear hasta ser uno de los cuatro alcaldes españoles miembros del Comité de Municipios y Regiones de Europa, el correspondiente parlamento europeo de países. Dicho comité y sus comisiones son, sin duda, otro lobby, otra forma de moverse por Bruselas. Espadas fue elegido miembro y de forma constante ha estado asistiendo a las sesiones. Es miembro de la comisión de medio ambiente ENVE y de la de desarrollo económico COTEC.
Europa, además, prima un modelo de gobernanza basado en la combinación de competencias internacionales, europeas, nacionales, regionales y locales. Un sistema donde se premia la participación ciudadana y el peso de las ciudades. Y no es casual que en Sevilla se venga hablando ya desde hace un tiempo de los ODS que no son un invento de Espadas, sino los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una iniciativa impulsada por Naciones Unidas y que fija 17 objetivos y 169 metas que los estados miembros quieren alcanzar para 2030. En este marco, Sevilla ha acogido dos cumbres: una de ciudades euromediterráneas (Arlem), y otra mundial de ONU-Hábitat en la que se aprobó el Compromiso de Sevilla.
¿Y para qué sirve esto? Se preguntan algunos que bromean con eso de que Espadas haya sido elegido ahora como ponente del dictamen para actualizar la Carta de Leizpig y definir la nueva estrategia de ciudades sostenibles europea. No es ninguna bacalá. Es la hoja de ruta para que Sevilla tenga peso, entidad y voz allí donde se corta el bacalao. Que no es lo mismo.
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