Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Es muy posible que hoy le machaquen los oídos con que es el día más triste del año. Hay gurús, motivadores y tontucios de guardia que tienen que ganarse un sueldo. Tenga por seguro que en breve sufrirá la matraca sobre los efectos de la cuesta de enero, pero no se vaya todavía que aún hay más, pues siempre le apostillarán que la verdadera cuesta es la de febrero. Y este año todavía peor porque la cuaresma comienza el Día de San Valentín. En realidad comienza el Miércoles de Ceniza, pero hay que fomentar el consumo, ¿no?. Es probable que nadie le hable del comienzo del tiempo ordinario que tiene el valor de la serenidad y un discreto encanto poco valorado y que permite disfrutar de una ciudad con alma. La velocidad del mundo de hoy, donde el pasado se recuerda como una matraca y el futuro se anticipa hasta con angustia, necesita de estos días en los que no hay fiestas próximas en el horizonte, al menos en una capital como Sevilla, donde los espacios públicos estarán un tiempo sin señales de festividades ni nos sentiremos en la obligación de vivir en el perenne carácter extraordinario que nos marca todavía con más fuerza en la era de la pos-pandemia. La ciudad necesita parar y reflexionar. No hay motivo de tristeza, sino de reencuentro con una vida ordinaria cada vez más amenazada porque el verano se extiende, la Navidad se anticipa y todo se funde interesadamente para que saquemos la cartera del bolsillo con cada vez más frecuencia.
Aprovechemos estos días para pasear por la Sevilla del tiempo ordinario sin más adornos, sin más ruido y sin más oropeles que los propios. Ningún motor soporta tanto tiempo a tan alta velocidad tanto tiempo. Venimos de unas pascuas navideñas que en la práctica han durado más de un mes y con cada vez más estruendo. Se nos anuncia un 2024 cargado de acontecimientos de los que nos tragaremos las teorías sobre los respectivos impactos económicos, esas cifras de negocio que asumimos como dogmas. Todo es mucho más sencillo, pero todo lo complicamos entre todos. La ciudad de la pos-pandemia se ha vuelto, como todas, más hedonista y narcisista, por eso sufrimos ahora mismo “la Sevilla de los excesos”, como admitía el alcalde Sanz en Diario de Sevilla en su última comparecencia pública antes de acabar el añoDiario de Sevilla. Las ciudades como Sevilla deben tener derecho al sosiego, al descanso, al tiempo ordinario del que hoy no nos hablarán, porque el catastrofista necesita vender los pañuelos para que los demás nos sequemos las lágrimas.
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