¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El arte de renombrar un puente
Puntadas con hilo
Mañana da comienzo oficialmente en Sevilla el II Congreso Internacional sobre la Exposición Iberoamericana de 1929. La cita, lejos de ser un mero foro de académicos e historiadores deseosos de investigar sobre el que fue el primer gran acontecimiento del siglo XX, es una oportunidad para reflexionar, entre todos, sobre el pasado y el futuro de la ciudad ahora que debe transformarse de nuevo.
La doctora Amparo Graciani, directora de este evento y una de las personas que mejor conoce la historia de dicho certamen, asegura que éste realmente es el germen de la Sevilla moderna. Y, de hecho, gran parte del éxito del que hoy hace bandera la ciudad -la Sevilla del turismo, los congresos y espectáculos- es un invento de esa época. Una historia que, 90 años después, sigue siendo una desconocida.
Es difícil de explicar, porque el relato es excepcional pero ni siquiera goza aún del reconocimiento que merece uno de sus grandes hacedores, Aníbal González, que fue mucho más que el arquitecto de la exposición. Y, por todo esto, este II congreso, que la pandemia ha obligado a aplazar durante casi un año y medio, se presenta oportuno y se convierte en una clave para preparar el terreno y lograr que Sevilla no deje pasar la próxima efemérides: el centenario de la exposición. No sería la primera vez. Por ahora, confiemos en que el prometido museo de Aníbal González se inaugure antes.
El evento del 29 fue un proyecto político que arrancó justo 20 años antes. (Parece que la medida del tiempo en Sevilla es en muchas ocasiones otra y es algo que sigue ocurriendo.) Y cuando se inauguró había transformado ya espectacularmente la ciudad, desde Tablada a la Avenida de la Constitución, donde todavía se pueden ver muchos edificios regionalistas, mientras que la Palmera sufre la peor de sus metamorfosis. Difundir la importancia de este legado ayudar a buscar alianzas para conservarlo y permite que la ciudad se asume al un espejo del pasado. A algunos les sorprenderá conocer cómo en la Plaza de América o en el Hotel Alfonso XIII ya se celebraron importantes congresos para situar a Sevilla en el mapa o quiénes fueron los primeros turistas que se alojaron en la flamante planta hotelera de la capital en esa época. La variada agenda cultual de la que hoy presume Sevilla tiene su origen en 1929, cuando la ciudad se llenó de óperas, teatros, verbenas, pirotecnia, bailes y un vistoso carnaval con cabalgata histórica. Incluso hubo ya una magna exposición y procesión mariana y la Macarena y el Gran Poder se hicieron universales. Una Sevilla pasaban hambre y necesidad y nada tenía que ver con otra Sevilla que se rendía a la aristocracia y el lujo, mientras la ciudad iba cambiando su piel.
Todo esto y mucho más se ha ido desgranando en un diario escrito por Graciani y el profesor Juan José Cabrero en el último año y también en un programa para escolares. Desde la semana pasada los sevillanos han podido conocer mejor el legado del 29 con visitas y rutas guiadas. Y ahora el congreso ofrece una ocasión de oro para conocer la historia y seguir haciéndola desde Sevilla.
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