La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Sevilla/No se vayan todavía que aún hay más, se oyó cuando terminaban los análisis sobre la saturación de procesiones extraordinarias, el manoseo de las imágenes sagradas dando paseos por la calle todo el año y la espectacularización de una Semana Santa de formato largo y orientada al consumo, la exhibición de supuesto músculo pastoral y la captación de turismo. ¡No se vayan todavía porque con la Navidad el descaro es todavía mayor! Ha llegado el alcalde Oseluí, que tan acertado estuvo al eliminar el gasto en la mamarrachada de Halloween, y se ha estrenado de lo lindo con las primeras pascuas. ¿De qué son las pascuas? Sabrá Dios, que estaba reservado en San Onofre y... poco más si se aprecia la decoración. Se inauguraron las pascuas el sábado con un pinchadiscos que amenizó el encendido como si fuera el del carnaval de Copacabana, las fiestas de agosto de un pueblo de Cáceres o la noche de San Juan en una localidad costera de Pontevedra. Hay un nuevo gobierno en la ciudad, pero seguimos con un enfoque de Navidad absolutamente laico. O transversal, que diría un aprendiz de tertuliano. La Navidad está descafeinada por el Ayuntamiento desde hace años, vaciada de su contenido original y principal con absoluta naturalidad. Una Navidad sin Niño Jesús, sin alusiones al sentido de la fiesta en ninguno de los paneles de bombillas. Es la fiesta de la luz, de la alegría, del color, de la sonrisa, de la música estridente, del baile, de las coreografías masivas... De esa participación por la participación sin mayores complejidades, oiga, que estamos aquí tres días y uno de ellos (o ninguno) llueve y se nos fastidia. ¿Para qué se mete usted en el lío de saber en qué consiste la Navidad?
Sevilla en Navidad es Vigo con Giralda, pero al menos nuestro alcalde es más serio en el mejor sentido, y José Luis del Serranito, rey Baltasar, lo hace reír con su ingeniosa oratoria: “Canto más que un grillo”. Y Sanz se ríe. Pero volvamos a las luces. Qué éxito, cuánta gente en la Avenida, cuántas lucecitas, cuánta felicidad. Pan y circo, luces y fotos en las redes sociales. La bulla es el éxito, la causa es lo de menos. Al menos tenemos el Belén que se instala en el Arquillo del Ayuntamiento, una suerte de reserva espiritual en la fiesta de las luces, el color y el pinchadiscos. La cultura de la Nochevieja se ha comido el espíritu de la Nochebuena. La festividad de la Inmaculada está engullida por este Saturno neo-navideño de luces cilíndricas y asépticas. Hay que apostar por los formatos largos para incentivar el consumo. ¡Es la economía, siempre la economía! Prohibido pensar. Hágase la luz y deslumbrémonos todos.
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