¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El estilo de los viejos profesores
La ventana
VERSALLESCOS, como recién salidos de un larguísimo túnel del tiempo, en esta octava de la Inmaculada y así hasta que diciembre doble su particularísimo ecuador, cada tarde se establece una cita con la tradición en estado puro. El escenario, único, la Catedral de Sevilla, el tercer templo de la Cristiandad; el motivo de la cita, esos diez niños de Portaceli vestidos de celeste y blanco que nos transportan con su baile acompasado, sin brusquedades, todo muy ceremonioso, Versalles en Sevilla, según brillante acuñación de Antonio Burgos. Estamos en estos días prenavideños ante una de esas contadas ocasiones en que los Seises lucen sus bailes y la verdad es quien no ha visto a los Seises de Sevilla se ha perdido una formidable maravilla, el punto culminante de una tradición auténtica y que, en un tiempo como éste, en que cualquier invento se convierte en tradición, es muy de agradecer.
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