La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Si cualquier ciudadano está obligado a asumir sus responsabilidades laborales, más que nadie debe asumirlas el jefe de Gobierno, y este agosto el presidente no ha estado en lo que hay que estar y donde debe estar. Agosto del 2021 no formará parte de la mejor biografía de Pedro Sánchez: no dio señales de vida cuando los españoles sufrieron un tarifazo eléctrico que convirtió en agónicas sus cuentas, y tampoco las dio cuando Marlaska y Vivas decidieron por su cuenta la devolución de los menores marroquíes que entraron ilegalmente en Ceuta y procedieron a su expulsión gradual sin que se cumplieran los requisitos que marca la ley.
Sin embargo, lo más grave ha sido el silencio de Sánchez - sinónimo de indiferencia- ante la situación trágica de Afganistán. Biden pasará a la historia como un presidente incapaz de afrontar con sensatez una crisis, un presidente cobarde y que no ha hecho caso a los informes de sus servicios de seguridad, pero Sánchez tampoco sale bien parado. Han empezado a llegar a Torrejón los aviones con el personal español acreditado en Afganistán y sus colaboradores afganos, pero la improvisación ha retrasado la operación respecto a las realizadas por otros países europeos. Se han perdido días preciosos, y las consecuencias del retraso pueden ser dramáticas. Sólo el empeño y trabajo incansable de los ministros de Defensa y Exteriores, y de las autoridades militares, pudieron salvar la cara a España frente a otros países europeos que nos llevan muchos cuerpos de ventaja en el rescate. Sus jefes de Gobierno se pusieron desde el primer momento al frente de la situación, informaron a oposición y ciudadanos, y contactaron con las autoridades de otros países. Sánchez, con su frivolidad habitual, se limitó a publicar unos tuits -modelo que entusiasma a los gobernantes más mediocres- y se trajeó para que le hicieran una fotografía mientras se comunicaba telemáticamente -al cuarto día- con un par de ministros. Ni siquiera se quitó las alpargatas, le esperaba la piscina o la cancha de baloncesto.
Ya regresa a Madrid, y lo anuncian como si eso demostrara su grado de responsabilidad. Una vez más ha demostrado que le encanta ser presidente pero siempre que pueda ejercer el cargo con la ley del mínimo esfuerzo. Es la razón de que gobierne y se asocie con los partidos que quieren acabar con la Constitución, porque llegar a acuerdos con los que defienden España cuesta trabajo. Es más fácil hacerlo con los sediciosos, todo consiste en pagar y ceder.
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