La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
QUE sí, que Sánchez es un presidente legítimo, aunque sea gracias a los votos de separatistas, prófugos, golpistas de izquierdas y derechas y negacionistas de los crímenes de Lenin. Que sí, que España no se ha roto, pese a que sus fisuras empiezan a ser llamativas (recordemos a T. S. Eliot: “Así es como se acaba el mundo: No con una explosión, sino con un gemido.”). Que sí, que el pueblo soberano ha preferido este gobierno a otro del PP con la “ultraderecha”, aunque para ello haya normalizado a los herederos morales de los terroristas del patriotismo revolucionario vasco (Hora y resultado: Otegi, 850 asesinatos sobre su conciencia; Abascal, 0 muertos). Que sí, que todo eso es cierto... Pero Sánchez está empezando a dar miedo de verdad.
¿Cómo no va a infundir temor una persona que ha metido a España en una crisis diplomática de primer orden crisis diplomática de primer ordenpara tapar sus problemas políticos? Israel, un país del que depende parte de nuestra seguridad nacional vía industria de defensa, ha llamado a su embajadora en España harto de las provocaciones de Sánchez. E Italia, una nación hermana del sur de la Unión Europea con la que compartimos tantos intereses y problemas, va por el mismo camino tras los incomprensibles e injustificables ataques a su Gobierno (Sánchez se ha debido olvidar de que es el presidente de turno del Consejo de la UE). Tanta irresponsabilidad es llamativa. Hasta ahora, el muro de Sánchez se había levantado solo para los españoles que no son de su agrado. Ahora, también afecta a esos países que votaron lo que él no considera adecuado. Los famosos “reaccionarios”.
Y todo para ocultar el hecho de que el PSOE está negociando con unos perseguidos por la justicia el futuro de España. Y lo está haciendo en un país extranjero, a miles de kilómetros del Parlamento, en la más absoluta oscuridad, tutelado por unos desconocidos, profesionales del mal nacional ajeno. Y todo con la intención de tapar su progresiva ocupación de las instituciones, como quedó meridianamente claro el pasado miércoles con el discurso de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, que llegó a sonrojar al retrato de Romanones (lo cual es difícil) por la absoluta sumisión al partido (y al Gobierno) al que le debe el cargo.
A Sánchez ya no le da miedo jugar con fuego en España, sino que extiende su piromanía a Medio Oriente y la Unión Europea. Pronto vendrá Iberoamérica. ¿Da o no da miedo?
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